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[Dogma] Príncipe Demonio Belcebú (la Avaricia)

 
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Silencioso



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MessagePosté le: Mar Mai 10, 2011 10:26 pm    Sujet du message: [Dogma] Príncipe Demonio Belcebú (la Avaricia) Répondre en citant

Citation:



    Demonografía de Belcebú


    El Nacimiento y la Infancia de Belcebú


    Cuando Oanilonia ya empezaba su descenso hacia los abismos del pecado y se asentaba sobre las ruinas de la virtud, nació Belcebú, hijo de Grodas e Irene. Pesando seis kilos para sesenta centímetros, había tardado muchas horas en abandonar el vientre de su madre y había dejado a esta última casi muerta de cansancio. Agotada y magullada en todo el cuerpo, una infección grave se la llevó algunos días más tarde, dejando al buen Grodas de repente con un pequeño monstruo tan grande como insaciable. Este hombre, cultivador famoso por la calidad de su producción, reconocido por su gentileza y su bondad, no sabía como hacer para criar a este pequeño. Hasta aquí, sólo su mujer se había encargado de este necesario asunto, si bien decidió dejar al joven con sus hermanos.

    Sus dos hermanos, Guiñol y Pimpón, se burlaban excesivamente de la llegada de este pequeño ser quién, finalmente, representaba sólo una boca más que alimentar. Belcebú fue amamantado hasta la edad avanzada de cinco años, su padre le mostraba poco afecto, demasiado ocupado por su trabajo en los campos, pero esto no le impidió crecer desarrollado gracias a una mujer dura y robusta que respondía al dulce nombre de Rita. La mujer no quería a este niño al que encontraba feo y falto de gracia. A esto, añadía que un niño de pecho que había matado a su madre para nacer ya andaba sobre caminos sombríos. También, le hizo la vida tan dura como le fue posible, no pasándole nada y y no enseñándole más que lo mínimo.



    Cerca de los ocho años, cuando tuvo edad de pasearse sin su madrastra, Belcebú fue llevado por Grodas, decidido a que su hijo le acompañara a los campos, con objeto de mostrarle cómo cultivar los cereales e inculcarle algunos principios y valores de base. Así es como, cada día, lloviera, hiciera viento o nevara, el pequeño hombre se levantaba con las auroras y acompañaba a su padre a cultivar sus tierras. Este último jamás era reservado en consejos, de los que la inmensa mayoría tenían por objeto hacer del niño un campesino consumado:

    Citation:
    - "Ves, hijo mio, cinco denarios son cinco denarios, ¡guarda preciosamente el menor denario porque tiene su importancia!"
    - "¡Sírvete de tu buena cabeza y sangre! Debes aprender a vender y a comerciar, porque si no, ¿que será de tí cuándo crezcas?"
    - "¡No olvides que si quieres ser el mejor, hace falta que estés convencido de ser el mejor!"
    - " ¡No pienses en otros, piensa en ti porque eres tú quien genera todo a continuación! "
    - "¡La vida, es como un guiso de alubias, cuantas menos piedras haya, más rico serás!"


    El está seguro de que hoy por hoy, tales conceptos no tienen apenas significado pero eso no impidió que estos preceptos fueran los que marcaron la vida a este joven niño. Así, Belcebú comenzó muy joven a comprender lo que hacía de la tierra una buena tierra, comprendió muy rápidamente también cómo comerciar y sobre cómo jugar para obtener los mejores beneficios. No se preocupaba de sus hermanos, prefiriendo acercarse a su padre que veía en él a un sucesor prometedor. Este último a menudo le ponía delante en cualquier parte cuando vendía el fruto de su trabajo en el mercado, diciendo a quién quisiera oírlo que ocuparía su sitio cuando él hubiera muerto. Esto hizo crecer entre sus dos hermanos mayores, unos celos y una animosidad que se transformaron poco a poco en un odio visceral, por lo que le hacían sufrir muchos malos tratos y le daban golpes e insultos cada vez que se cruzaban. El joven Belcebú cultivó entonces una imagen de él, sellada en el orgullo y la arrogancia, pensando que si sus propios hermanos le maldecían, era porque era mejor que ellos. Cuanto más avanzaba en edad, más próximo se volvía de Grodas y más se alejaba de Pimpón y Guiñol. Se había convertido en príncipe a los ojos de su padre y enemigo mortal de sus hijos mayores. Así, Belcebú pensaba sólo en él y en su futuro, se había vuelto indiferente a sus allegados, sólo su padre tenía todavía su estima más alta.


    La ascensión y la accesión a la fortuna


    Cuando tenía apenas quince años, su padre Grodas, demasiado cansado y envejecido por décadas de trabajo encarnizado y sin fallos, vino a él. Le pidió sentarse y escuchar lo que tenía que decirle:

    Citation:
    - "Hijo mío... ya estoy viejo y cansado... Mírame, estoy encorvado como una vieja arpía y ya saqué provecho de mis bellos años. Tu eres el único de la familia capaz de proseguir con lo que construí en el curso de estos años. Estas tierras, mis tierras, son en lo sucesivo tuyas, y tus hermanos que cultivan para mí, deberán ayudarte. Confío en ti, sabes vender, ¡sabes cómo cultivar el mejor trigo y el mejor maíz!"


    Belcebú estaba orgulloso de que su padre le legara todo lo que tenía, aún así, siendo como era diez años más joven que su hermano de menor edad. No pudo abstenerse de rogar:

    Citation:
    - "Pero, padre, ¿qué vas a hacer con tu tiempo ahora? ¿Vas a abandonarme como lo hizo mi madre?"


    Grodas siempre había pensado que antes del fin de su vida, podría hacer grandes viajes, sabía que el tiempo para él de irse había llegado y le había explicado esto a su hijo antes de dejar la morada familiar para siempre. Le había encargado anunciarle esto a sus hermanos y entregarles a cada uno una carta que había escrito para ellos. Nadie tuvo noticias de él y jamás se volvió a hablar de Grodas en Oanilonia. El joven Belcebú esperó a que su padre hubiera dejado la morada familiar para romper las cartas que debía entregar y, sabiendo bien que sus hermanos no serían del parecer de su padre, decidió sin demora contratar a un matón para proteger lo que le había sido transmitido. Movió algunos hilos y encontró al hombre que le hacía falta, un esclavo franqueado venido del norte, grande como un árbol y fuerte como una roca, con cicatrices y cortes, de nombre Astaroth. Cuando Pimpón y Guiñol volvieron a los Campos, encontraron la puerta cerrada y Belcebú apareció detrás de ellos, con su guardaespaldas a su lado. Con ferocidad y seguridad les declaró estas palabras:

    Citation:
    - "¡Papá se ha ido! ¡Me legó las tierras y la residencia, en lo sucesivo todo lo que le pertenecía me pertenece! ¡Vosotros amargásteis mi infancia y me habéis podrido la vida, por eso, para castigaros, no os daré nada! Es incuestionable que dos vagos tales como vosotros, que sacásteis provecho vergonzosamente de los escudos de vuestro padre ganduleando durante años saquen provecho hoy del fruto de su trabajo. Me quedo con vuestros bienes y con el resto, ¡marchaos! Si, por desgracia, volvéis a meter los pies sobre mis tierras, os enviaré a Astaroth qué se encargará entonces de haceros pasar de la vida a la muerte, ¡así que largaos y no volvais!"


    Belcebú le hizo una señal a Astaroth que se acercó a ambos hombres, luego los abofeteó y les tiró al suelo; ambos hermanos, heridos en su amor propio más que nada, no tuvieron otra elección que largarse sin pedir su parte. Fue así como ocurrió la ascensión de Belcebú. Hizo provecho con lo aprendido, reemplazó a sus hermanos por empleados a los que habían despedido en el mercado y a los que pagaba mal, sabiendo bien que tendría siempre la mano de obra que aceptar el trabajo. Sus campos dieron cosechas espléndidas porque era un astuto conocedor de los cultivos, así comenzó a ganar bastante dinero. Pero esto no bastaba para él, él sabía que era el mejor, pero todavía quería más. Guardaba todo lo que había ganado y gastaba sólo cuando era forzado a ello.

    En el curso de los años decidió adquirir otras tierras y se convirtió en un gran propietario reconocido por su sentido del comercio y sobre todo, por su intransigencia en los asuntos. Sus productos, daban siempre los mejores beneficios y lo que ganaba, lo guardaba en su casa en una caja de caudales, evitando gastar hasta el menor denario si no era estrictamente necesario. Durante casi diez años, Belcebú disfrutó sólo de él mismo, desarrolló un ego sobredimensionado, pavoneándose en Oanilonia diciendo a quién quisiera oírlo que era el mejor y el único apto que había capaz de producir buen grano.




    A principios de sus treinta años, Belcebú había adquirido, por su inteligencia y su fuerza de persuasión, la mitad de las cultivos cerealistas de Oanilonia, su morada se había convertido en un dominio y su peculio se había transformado en una fortuna. Allí dónde otros intentaban sacar provecho de sus riquezas, él les prohibía a quienquiera acercarse a sus propiedades, con su fiel Astaroth a su lado, era temido y respetado pero envidiado y mal visto. Cada mes, los enviados de los dirigentes venían a verlo y le pedían si no quería dar algunos de sus bienes para ayudar a la comunidad, a cada vez, Belcebú les decía:

    Citation:
    - "¿Que qué? ¿Dilapidar mi fortuna? ¡Trabajé duramente para amasar todo esto y nadie más que yo sacará provecho! ¡Estoy bien dotado y mis cosechas son las mejores! ¡Salid de mi casa y decidles que, mientras viva, no tendrán nada de mí!"


    Así, cada vez, los enviados se iban de nuevo con el rostro descompuesto y daban cuenta a sus gobernantes, testimoniando el egoísmo de Belcebú y su incapacidad para comprender la noción de interés colectivo. A los que se quejaban delante de las verjas de su dominio, el propietario enviaba a su guardia para aterrorizarles. A los que decían que tenía más enemigos que amigos, Belcebú respondía que había que cuidarse de los amigos porque éstos eran ante todo unos gorrones.


    El sueño y la revelación


    Belcebú tenía treinta y cinco años, y, una noche cuando el calor del verano se había hecho insoportable, con grandes dificultades para dormir, tuvo un sueño extraño. Se había visto marchar, sobre un camino largo y desértico, único, ninguna luz excepto la claridad de la luna, ninguna casucha, nada a parte de este camino sinuoso. Mientras marchaba sin objetivo, una Criatura hecha de Sombra apareció. Belcebú se paró e intentó percibir su cara pero no vio más que una sombra, cuando preguntó quién le hacía frente, tuvo sólo el silencio como respuesta. Cuando reemprendió su camino la Criatura le declaró:

    Citation:
    La sombra: "Belcebú, Belcebú, Belcebú... ¿hacia dónde vas?"
    Belcebú: "No lo sé, avanzo en la oscuridad, voy hacia delante."
    La sombra: "¿Avanzas pero no sabes a dónde vas? ¿Es que no te interesa saberlo?"
    Belcebú: "¿Saber? ¿Saber qué? ¿Dónde acaba este camino?"
    La sombra: "¡Qué importa dónde acaba, lo importante no es dónde, sino cómo!"
    Belcebú: "¿Qué quieres decir, criatura?"
    La sombra: ¡Lo que quiero decir es que te contentas con seguir el camino que se trazó para ti en lugar de trazar tu propio camino! Deja los caminos trillados y toma otro camino"
    Belcebú: "¡Pero no veo ningún otro camino, criatura, sólo hay este!"
    La sombra: "Belcebú, eres más maligno que otros, eres más rico que otros, podrías tener los hombres a tus pies, puedes construir cualquier camino a partir de aquí, ¡te basta con quererlo! Sírvete de lo que aprendiste, aprovecha tu saber y haz uso de la astucia para hacerte más fuerte en tu dominio, ¡verás que basta sólo con quererlo para que un nuevo camino se te ofrezca!"


    La sombra desapareció en un instante y frente a Belcebú, una encrucijada había visto la luz. De un lado, el camino sinuoso que seguía desde hace tiempo, del otro, un camino estrecho, derecho y ascendiente, se levantaba. Decidió seguir este camino, teniendo la impresión de que sabía lo que había al final. Despertándose por la mañana, Belcebú se ocupó de anotar el sueño que le había invadido durante la noche. Convocó a Astaroth y le pidió seguir sus órdenes al pie de la letra. Lo envió al mercado y le ordenó adquirir todos los cereales disponibles luego revenderlos al duplicado del precio que había pagado. Luego, llevado por un frenesí increíble, le ordenó penetrar en casa de cada propietario de cultivo y de campos de Oanilonia, molestarlos y forzarlos para venderle, al mejor precio, todos sus cultivos y sus campos.

    En algunos días, Belcebú llegó a hacerse el único productor de cereales de Oanilonia, pero esto no era suficiente para él. Para administrar sus tierras, empleaba con unos sueldos más bajos, que no permitían a los trabajadores saciar su hambre. No teniendo otra alternativa, estos últimos fueron obligados a aceptar estas deshonestas prácticas. A esto, ponía precios tan elevados que hacían el trigo y el maíz tan caro, que toda la cadena de las mercancías conocía una inflación récord. El trigo y el maíz se usaban en la composición del pan, de la harina, el maíz servía también para alimentar a los animales, así, Belzcebú casi se había apoderado de todo el mercado y dirigía bajo su mano la economía local. Pronto, la plebe vino para quejarse y las autoridades vinieron para manifestar a Belcebú su descontento. Este último, demasiado contento de ver que suscitaba tal interés ni siquiera se tomó el trabajo en recibirlos. El hombre no dejaba en lo sucesivo su dominio, dejándole a su segundo fiel la gestión de las faenas bajas, diciendo que era demasiado importante para esto y que no podía mezclarse con los de la baja Oanilonia. Su reputación decía que su egoísmo sólo era igualable a su fortuna y qué, pronto, caería de las nubes.

    Los habitantes y los gobernantes decidieron reaccionar y crearon una cooperativa con el fin de competir con Belcebú, los ganaderos dieron cada uno una parte de sus campos para trasplantar el grano y hacer bajar los precios. Si Belcebú no vendía más, entonces posiblemente se dignaría recibirlos, pensaban. Este hecho fue peor.



    El advenimiento de un destino


    Frente a tanta audacia, Belcebú montó en cólera tan terrible que las paredes de su morada temblaron por eso. Le ordenó a su fiel Astaroth ir a los barrios bajos y reclutar a los los peores malandrines y formar así una milicia para defender sus bienes. Le pidió tomar los mejores, y con ellos, ir a saquear los campos, a matar las bestias y a quemar las moradas de los que se habían adherido a esta cooperativa. Al día siguiente de una noche de espanto, Oanilonia se quedó helada de miedo ante la idea de enfrentarse con el que tenía el poder de matar de hambre totalmente a una población. Los campesinos no eran soldados y los milicianos de Belcebú hasta daban miedo a los guardias de la ciudad, y ninguno de ellos pudieron negar la evidencia de su supremacía. En algunas semanas, todos ellos fueron a su morada para decirle que aceptaban sus condiciones, y así, Belcebú tuvo sólo que imponer lo que era de su agrado. Obligó a los ganaderos a entregarle un porcentaje de sus rentas a cambio de precios aceptables sobre los cereales, y los que negaron no llegaron a alimentar sus animales correctamente, sus vacas y sus carneros estaban tan famélicos que no producían apenas carne y leche. No hicieron falta mas que algunos meses para que la fortuna de Belcebú aumentara de modo exponencial, al precio de numerosos sacrificios para la población de Oanilonia.

    Los campesinos en lo sucesivo eran pobres y sin tierra, los ganaderos ganaban justo para alimentarse, y los únicos hombres sustentadores eran los que habían cedido frente a Belcebú. Los gobernantes se habían dejado comprar con importantes cantidades de dinero, mientras que los más pobres se morían de hambre.
    Un día de invierno, Guiñol y Pimpón fueron a casa de su hermano, acompañados por numerosos aldeanos, ambos estaban muy flacos, con las caras refinadas, y le pidieron audiencia. Belcebú aceptó oírlos:


    Citation:
    Guiñol: "Belcebú, estamos arruinados por tu culpa, ¡no podemos ni comprar nuestro pan diario te suplicamos ayuda!"
    Pimpón: "Te suplico, eres nuestro hermano, no puedes abandonarnos…"
    Belcebú: "Dais pena, ¿no tenéis ninguna cualidad y os atrevéis a venir para mendigar la limosna a mi casa? No os daré nada, si no tenéis de que alimentaros es porque sois débiles. Soy rico, pero mi fortuna me pertenece, solamente a mí, y a nadie más."
    Guiñol: "Piensa en nuestro padre que se fue hace tanto tiempo, ¿es eso lo que te enseñó?"
    Belcebú: "¡Me hice a mí mismo, mis pequeños mozos! No esperé a nadie para ser el que soy. ¡No les daré el menor denario porque no lo merecen! Los que hoy mueren de hambre son los que no comprenden nada."
    Pimpón: "¿No vas a acabar esta locura? ¿Vas a dejar morir a tanta gente por tu egoísmo?"
    Belcebú: "¿Mi egoísmo? No soy egoísta, conseguí y aticé los celos, son ellos quienes se encierran en sus certezas y se niegan a ver las cosas como son. Por su falta de clarividencia, causan su propia pérdida. ¡Iros y no volvais nunca, si moríis es porque lo merecéis!"


    Pimpón y Guiñol abandonaron el lugar decepcionado y contaron lo que les había dicho el dueño a otros habitantes. Todos se sintieron despechados por tal egoísmo y comprendieron que nada cambiaría a este hombre. Belcebú podía haberse vuelto tan poderoso, que amontonó más escudos que un rey. Habría podido distribuir su dinero por las ventanas sin sufrir, y sin embargo, guardaba todo y no daba nada. El sufrimiento de su prójimo no le afectaba, no tenía ningún amigo y, en cambio, tenía más enemigos de los que ningún hombre haya tenido conocimieto en Oanilonia. Fue en aquella época que el Altísimo manifestó su cólera hacia Oanilonia y decidió castigar a los que habían pecado tanto, que habían olvidado el sentido de la vida:

    Citation:
    "Mientras que les di mi amor, se desvíaron, prefiriendo escuchar las palabras de la Criatura a la cual no di Nombre. Prefirieron abandonarse a los placeres materiales que a darme las gracias.

    Creé para ustedes un lugar llamado Infierno, que dispuse en la Luna, donde el peor de entre ustedes conocerá una eternidad de tormentos para castigarlo de sus pecados. En siete días, su ciudad será absorbida por las llamas. Y los que se queden allí pasarán la eternidad en el Infierno. Sin embargo, soy magnánimo, y los que entre ustedes sepan hacer penitencia pasarán la eternidad en el Sol, donde se encuentra el Paraíso."


    Así, un gran número de habitantes se resignó con gran pesar a dejar aquella ciudad, en lo sucesivo, maldita.


    La rebelión


    Es en este momento cuando la Criatura sin Nombre se interesa de nuevo por Belcebú, la primera vez, se había aparecido a él en sueños, pero esta vez, vino para susurrar a sus oídos las siguientes palabras:

    Citation:
    Belccccebú… Belcccebú... ¡escúchame! Les mostraste a los hombres que eres el más fuerte, callado les habías mostrado que la debilidad no tenía ningún futuro entre los hombres. Muy pronto, unos hombres vendrán y te harán frente, pretextando que el amor es lo que ata a los hombres, hablarán de amistad y de la cólera del Altísimo. No los escuches porque son sólo mentira y malicia.


    Belcebú, que no era lo que se podía llamar un creyente, tenía muy poca afinidad con los que veneraban al Altísimo. Los ritos legados por Oane le eran desconocidos y, a decir verdad, los encontraba más bien estúpidos. Otros seis hombres habían sido atraidos por la Criatura sin Nombre, cada uno, como Belcebú encarnaba un vicio, y todos, predicaban contra Dios. Frente a ellos, siete virtuosos se habían reunido con la misión de defender la palabra divina, recomendando la amistad, la templanza, la justicia, la donación de sí, la conservación, el placer y la convicción. Para él, poner su destino en las manos de una entidad divina no tenía ningún sentido, podía sólo contar con sí mismo, y con nadie más. Así es como dejó por fin su morada con Astaroth a su lado y se recorrió a paso largo las calles y los sitios de la ciudad para recomendar su verdad:

    Citation:
    ¡No escuchéis a aquellos qué os dicen que el fin está próximo! ¡No escuchéis a aquellos qué os hacen creer que Dios es muy Poderoso! Dios es débil y está celoso de nuestro éxito. ¡Dios jamás pondrá en ejecución sus amenazas porque no matará a Sus propios niños! No os vayáis de Oanilonia, ¡continuad viviendo como viviáis y envíad a paseo a aquellos qué predican para Él!


    Numerosos son los que los que lo escucharon y que escucharon a otros predicadores, mientras que Oanilonia había caído en el vicio más profundo y el pecado más abyecto. Belcebú guardaba su riqueza y se burlaba de los que no tenían de que vivir. Se había rodeado de hombres fieles y de Astaroth, temeroso por la mayoría de aquellos con los que se cruzaba. La avaricia de la que daba pruebas no tenía igual, y los que intentaron robarle lo que poseía fueron asesinados sin contemplaciones. La violencia era el medio que había encontrado para protegerse. Aunque hubiera podido rodearse de un ejército de hombres fieles y sinceros por amistad, en lugar de eso se había encerrado en un egoísmo tan grande que hasta dejó a sus propios hermanos morir de hambre cuando algunas hogazas de pan hubieran salvado sus vidas. Su seguridad y su superioridad aumentaron el eco de sus alegatos oratorios contra Dios y los que predicaban para Él. Por todas partes dónde se presentaba, ganaba y conquistaba su auditorio, cuando a los que se negaban a oírlo o intentaban refutar sus declaraciones, les derrotaba sin contemplaciones haciéndoles ver su propio interés.

    La ciudad se hundió totalmente en el vicio más absoluto, esta ciudad maldita vivía así días sombríos llenados de odio, de violencia y de pecados. Belcebú manejaba a la muchedumbre del mismo modo que comerciaba, los manipulaba con tanto éxito como manejaba los escudos. A pesar de todo, nada lo hacía por los demás, no. Lo hacía para él porque consideraba que todo lo que tanto había tardado en construir, era la prueba de que era el más maligno, el más rico, porque había sabido hacerse el más fuerte, y Belcebú no podía imaginar un instante que su destino fuera el fruto de una voluntad divina, o por lo menos, que un Dios cualquiera que fuere tuviera algún impacto sobre él. Según él, Dios les había dejado a los hombres la elección de no amarlo y así, había dejado el futuro de la gente en las manos de la humanidad. No comprendía pór qué venía entonces para reclamar que se le venerara. Con los otros seis predicadores, Satanás, Belial, Azazel, Asmodeo, Lúcifer y Leviatán; Belcebú difundió venenosas palabras de la Criatura sin Nombre con tanto fervor y tenacidad que estuvo convencido que nada pasaría.

    Los seis primeros días parecieron durar una eternidad, el trueno reñía y los relámpagos golpeaban, muchos decidieron entonces dejar la ciudad. Pero Belcebú lo sabía, sólo los debiles se plegaban a la voluntad de otros. Los virtuosos tenían aceptado el castigo del Altísimo y le daban todavía más razones a Belcebú para gritar victoria porque, daba a entender a todos que si los virtuosos se quedaban, era porque no creían tampoco en las amenazas del Todopoderoso. Llegó el séptimo día y un cataclismo gigantesco se produjo, engullendo la ciudad bajo la tierra después de haberla purificado de llamas de la cólera de Dios. Algunos humanos que se quedaron en el mismo lugar se fueron de la tierra. Los que habían escuchado a los virtuosos fueron aceptados en el paraíso mientras que el resto fueron a engrosar las filas del Infierno Lunar. Astaroth, que se había quedado cerca de su dueño, fue enviado con él y fue testigo del castigo que había sido reservado para Belcebú.



    Una eternidad de Avaricia


    Belcebú se presentó como cada ser humano que se quedó en Oanilonia ante Dios. Fiel a sí mismo, se negó a reconocer al Todopoderoso y fue enviado como sus seis compañeros, sobre el Infierno Lunar. Su apariencia tomó la forma de su vicio y su cuerpo se deformó de modo que no se pareció de ninguna manera más a un humano. Se hizo la avaricia que encarnaba en Oanilonia, y tomó la forma de una araña gigantesca recubierta de oro, con millares de ojos de diamante.



    Los pecadores que dan prueba de avaricia hoy día, que aprovechan sus preceptos y roban a los pobres para enriquecerse, atropellan a otros para tener éxito, amontonan fortunas que mil vidas no sabrían gastar; son condenados por Dios a viajar hasta las galerías del Infierno cerca de aquel que causó su pérdida.

    Desde entonces, el Príncipe Demonio Belcebú reina sin compartir el poder sobre las galerías y los precipicios del infierno, y las almas condenadas que pecaron por avaricia, a él se unen para sufrir una eternidad de tormentos bajo su yugo tiránico.



    Traducido del griego por monseñor Bender. B.Rodriguez
    Traducido al castellano por Isnataroth
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