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[Hagiografia]San Olcovidius

 
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Ignius



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MessagePosté le: Ven Nov 23, 2012 8:02 pm    Sujet du message: [Hagiografia]San Olcovidius Répondre en citant

Citation:



Hagiografía de San Olcovidius (310-338):

Santo y Mártir


Una infancia muy piadosa:


Olcovidius nació en una familia romana aristotélica, así que fue criado en la fe desde muy pronto. Su padre, un hombre llamado Lucio, se había convertido a la edad de veinte años por la presión de su futura esposa, Camelia. Era su único hijo. Ciertamente no era una familia muy rica, pero tenían lo suficiente como para vivir bien y mantener el estatus de ciudadanos romanos. Vivían en Roma, pero cuando el joven Olcovidius tenía seis años, la persecución por parte del emperador los obligó a buscar refugio en Ostia, a poca distancia de Roma. Aquí Olcovidius creció y su fe con él, a través de las visitas, casi diarias, al diácono Falco, que le enseñó la sabiduría de Aristóteles y las acciones de la santidad de Christos.

Un joven talento para el arte, el sueño de dedicar su vida al amor de Dios:

Sus padres, tratando de que tuviese amplitud de miras, le hicieron leer a Ovidio y a Séneca, en lugar de Aristóteles y Platón, que tornaron sus ideas caóticas durante algún tiempo, pero al final algunas de ellas tomaron ventaja sobre las otras. Él era también apasionado de la pintura y la música, disciplina en la que mostró un talento particular con su instrumento, el arpa, que se volvió con el transcurso de los años en su principal distracción. Después de cumplir los quince años dedicó más tiempo a la oración y se puso a escribir, entre otras cosas. La más famosa es el Credo de la iglesia, composición aristotélica que escribió cuando contaba con diecisiete años, en el 123 dC. También a esta edad anunció su vocación a sus padres. Su deseo era dedicar su vida a Dios y a enseñar su amor a los paganos. Además decidió, para consternación general de su familia, que no tendría descendencia, la voluntad de permanecer célibe para pertenecerle sólo a Dios y no estar atado a la tierra porque sabía que su misión le llevaría al sufrimiento y a la muerte justo en la flor de su vida.

La vida de un hombre: Un diácono al servicio de los hombres, un predicador de la fe hasta el martirio:

Cuando tenía 21 años, el diácono Falco murió de una enfermedad que ningún médico podía curar: el desgaste, la fatiga de intentar convencer a los impíos a cambiar sus vidas y de huir de sus persecuciones. El joven permaneció a su lado hasta el final y recogió sus últimas palabras:

- Hijo mío, amigo mío, perdona a los hombres. Cualquier cosa que te hagan a causa de tu fe, perdónalos una y otra vez…

[i]En el funeral del anciano en las catacumbas, el Obispo de Roma preguntó a la comunidad de creyentes a quién querían como nuevo pastor. Aclamaron a Olcovidius por unanimidad y el Obispo contento de esta elección lo ordenó de inmediato. Posteriormente, Olcovidius continuó escribiendo salmos, pero también textos más polémicos contra aquellos que perseguían a los aristotélicos, contra quienes se negaban a abrir su corazón a la verdadera fe, pero también contra los que vivían egoístamente su fe creyendo estar salvados por estar bautizados. Siempre rogaba a Dios y a sus hermanos por la misericordia para los pecadores en sus textos, porque Dios había creado a los hombres demasiado imperfectos para ser dignos de él y de sus hermanos, porque:

- Es necesario mirar la viga en el ojo propio, antes que la paja en el ojo de su vecino.

El joven diácono quería ser un ejemplo para su rebaño. Vivió pues con humildad, comiendo sólo dos veces al día y ayunando el domingo. No era rico, pero su puerta estaba siempre abierta a los vagabundos que eran repudiados en la ciudad o a los pacientes a quienes nadie quería aliviar el sufrimiento.
También caminó por las calles alrededor de Roma y Ostia apoyado en su bastón. Visitó los burgos y pueblos del campo latino. Se encontró con los campesinos pobres y los esclavos y les explicó la verdad, porque pensaba que podía abrir la mente y el corazón de todos los hombres para que la especie de Oane fuese salvada. Los pobres escuchaban y, aunque la mayor parte permanecía atada en el paganismo, una pequeña luz se había encendido en su corazón.
Sin embargo, su fe y sus discursos intransigentes le dieron no sólo amigos. Muchos ciudadanos ricos, aristotélicos en parte, juraron destruirlo. Así el 14 de febrero del año 138 una decuria fue a arrestarlo a su casa con sus parientes y amigos.


Un mártir de la fe:

Fue juzgado junto a sus amigos ante el flamen, el sacerdote del culto a Augusto. Él les pidió renunciar a su fe y jurar por Júpiter, el rey de sus falsos ídolos de oro y mármol. Los amigos de Olcovidius pasaron primero, alguno juró y fue absuelto, otros rechazaron abjurar de su santa fe y fueron condenados a muerte. Entonces llegó el turno de Olcovidius para ser interrogado. El flamen, inspirado por la criatura sin nombre, dijo para provocarlo:

- Jura, tú que te dices diácono de vuestro Dios de amor como decís vosotros y no morirás. Él no querrá que mueras si es amor. Y si tú has dicho de vivir en amistad con aquellos que apenas fueron enjuiciados y que son inocentes, alcánzalos y vive sin problema con ellos, aprovechando los bienes que los dioses han puesto a nuestra disposición. ¡Sálvate a ti mismo!

Olcovidius parecía calmarse, pero sólo fue por espacio de un momento. Por un instante se habría podido pensar que cedería a la tentación, pero entonces se repuso con más fuerza todavía.

- Sí.

Respondió el santo diácono, inspirado por el Altísimo.

- ¡Algunos de mis amigos se salvaron! Y que pecado que otros hicieran la elección equivocada…Sí, estoy de acuerdo con ellos…Mi error ha sido no gritar aún más alto, frente al mundo:

Creo en Dios, el Altísimo Todopoderoso,
Creador del Cielo y de la Tierra,
de los Infiernos y del Paraíso,
Juez de nuestra alma en la hora de la muerte.

Y en Aristóteles, su profeta,
El hijo de Nicómaco y Faestis,
enviado para enseñar la sabiduría
y las leyes divinas del Universo a los hombres perdidos.

Creo también en Christos,
Nacido de María y Giosep.
Dedicó su vida para mostrarnos el camino del Paraíso.
Por ello después de haber sufrido con Ponce,
Murió como mártir para salvarnos.
Alcanzó el Sol donde lo esperaba Aristóteles a la derecha del Altísimo.

Creo en la Acción Divina,
En la Santa Iglesia Aristotélica Romana, Única e Indivisible;
En la comunión de los Santos;
En el perdón de los pecados
Y en la Vida Eterna.

Al decir esto su rostro se iluminó como por una luz que parecía emanar de su interior. Sus amigos que habían traicionado su fe por miedo a la muerte entendieron lo que era la verdadera muerte y repitieron el Credo con él. Los soldados los azotaron, pero ellos no se callaron. Cantaban alabanzas, aún cuando sus torturadores los metieron a todos dentro de la infame prisión.

La mañana del 20 de febrero, mientras llovía en Roma, los llevaron a la arena y allí fueron dados como comida a los leones, excepto Olcovidius. Él debía sufrir la visión de sus padres y de sus amigos devorados y finalmente, también fue entregado.
Entonces se dirigió hacia el centro de la arena y se puso a rezar de rodillas encomendando su vida a Dios. Los leones estaban alrededor de él, pero no lo tocaban. Exclamó:


- ¡Dios mío, Tú eres el Padre de los Hombres, perdona a tus hijos y transmíteles la fe!

Estas fueron las últimas palabras que dijo en esta vida, porque Dios no quiso que sufriera y le regaló la muerte.
Paró de llover y el cielo comenzó a iluminarse como en el mes de Junio. Un rayo de sol iluminó aún más el rostro de aquellos que no habían traicionado su fe.


En la Arena un minuto antes la muchedumbre aún gritaba:

- ¡Ha muerto!

Se hizo un silencio maravilloso y finalmente se oyeron cantos aparecidos de la nada para acompañar el alma de un justo hacia el sol.
Entre los que vieron este milagro, muchos se interesaron en la palabra transmitida por Aristóteles y Christos. La comunidad de fieles de Ostia se vio enriquecida con un aumento del número de conversos.






Traducido por Padre Prior Jesús Alfonso Froissart del Camp.
Revisado por Casiopea.



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