L'Eglise Aristotelicienne Romaine The Roman and Aristotelic Church

[Arnarion]

Voilà un petit bout de temps que la basilique des Anges n'avait pas connu de cérémonie sacramentelle. L'initiative d'un mariage était l'occasion de redorer un peu cette vénérable bâtisse que Rome comptait en son sein, comme l'une de ses plus importantes églises. Il est vrai que la Cité sainte comptait nombre de bâtiments religieux, depuis la chapelle jusqu'à l'imposante basilique du Latran, mais chaque quartier - pouvait-on le dire - possédait sa propre basilique, que l'on nommait majeure. Et chacune de ces basiliques majeures étaient sous la garde d'un cardinal romain, et ce dernier était intrinsèquement lié à elle. Ainsi Rome était-elle découpée. Or donc, en ce jour, le fameux cardinal de Valyria, qui n'était de plus de fraîche jeunesse s'en venait à réouvrir les portes de sa basilique, pour le mariage du tout aussi fameux June Sidjéno, berrichon de son état, coqueluche de la hérauderie française. Un blond, comme lui.

D'un pas pressant quoique affaibli par le temps qui lui dévorait les os, Arnarion se dirigea vers les futurs mariés. La basilique était pour l'heure vide, la cérémonie s'en trouverai sûrement très simple.

Bonjour à vous deux. Je ne vois personne encore, où sont vos témoins ?
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[June]

Il salua sa future épouse d'un signe de tête lorsqu'elle arriva à son tour, puis l'officiant ne tarda pas non plus à pointer le bout de son nez. Mais vint la question difficile : des témoins ? A son tour d'interroger le cardinal :

"Bonjour. Est-ce obligatoire d'avoir des témoins ? Car je vous avoue que nous avons omis ce détail. Le Très-Haut et vous-même pouvez peut-être être nos honorifiques témoins ?"
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[Emma.veynel]

Elle haussa un sourcil.

Effectivement le but étant la discrétion, ce point n'a pas été abordé.

[Arnarion]

[Bautismo de Ines..]



Era el dia uno, el primer de un a vida nueva. Dias antes el viejo cardenal habia recibido en delegacion la juventud dorada de Castilla, que vino a visitarle en su palazzo del Capitolio. Eran hijos de amigos difuntos que sin duda echan de menos a los reinos y también por qué no, al mismo cardenal. Por eso estaba muy alegre de conocer a los retoños de los reyes castellanos. Aunque el futuro del hijo parecía muy prometedor, fue hoy para la hija que bajó Arnarion de su percha para ir por las calles de Roma.

Escoltado por su guardia fue a la basílica de San Ripolino de los Angeles que estaba bajo su guardia como título de cardenal obispo. Estaba la basilica situada sobre el foro que el emperador Trajano, un español, había erigido alrededor de su monumental columna. Estábamos aquí en medio de la vida romana antigua. La basilica estaba de arquitectura clasica en equilibrio entre la edad media y el renacimiento que avanzaba con grandes pasos. No era la más grande ni la más impresionante de las iglesias romanas, pero su forma elíptica con sus siete pequeñas capillas laterales formaba toda su originalidad.

El cardinal avanzo en la basílica y estaba listo para recibir a la futura bautizada. Tenia en sus brazos su pato preferido y por supuesto la basilica estaba rellena de estos maravillas con pata.

Papa esta aqui, patitos ! Hora de comer ! Venid aqui ! Enseguida ... Espero que no habeis manchado los fondos bautismales como la última vez, sino me enojaré !
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[Ines..]

- Vamos Inés, tú puedes... -La idea le resultaba extenuante. La Fe no no era ajena a la familia si de hecho ella procedía de un hombre y una mujer extremadamente religiosos, la cuestión que entorpecía la toma de decisiones en torno a la religión no era otra sino la elección que sus predecesores hicieron. Ahora sus vástagos renunciaban a ella, abrazando el Dogma del que un día renegaron, rompiendo así con la concepción que un día los reyes tuvieron sobre el futuro de su hogar. En su fuero interno Inés temía decepcionar cualquier clase de expectativa que se hubiera forjado para su futuro, pero por otro lado, la evidente ausencia de sus padres facilitaba muchas cuestiones y si el propio Germán, pater familias, renegaba de la Reforma, nada impediría que Inés tomase sus propias decisiones para abrazar la Iglesia Romana. Por suerte ella no escuchó todos los reniegos sobre ella, pues se crió lejos de Santa Cruz, en la fría y húmeda Inglaterra.
Apretó sus manos, con ellas arrugó la tela con la que vestía, formando luces y sombras entre los pliegues; prestó toda su atención a los hilos zigzagueares de luz que rebotaban en la seda, no era un material humilde pero era el adecuado para la situación. A los bautizos se debe ir bien vestido, por lo que la elección de las damas de su servicio fue lo más sobrio pero elegante posible, en la medida en que así se demostraba también su rango pero sin excesivas pretensiones. Una seda suave, nívea, acompañada por el algodón de una camisa y sin ninguna joya, cubriendo su pelo medio recogido con un traslúcido velo celeste. Vestía como una virgen propia de los retratos que pintaban los alumnos de las escuelas italianas. Parada frente a la basílica, sus pies apenas se atrevían a obedecer las órdenes de una mente eclipsada por lo sacro del momento. ¿Y si comenzaba a arder en cuanto aceptase pertenecer a la comunidad feligresa? Ella ya había visto a un cardenal arder en Castilla, y si Dios escogía a uno de los príncipes de Su Iglesia para arder, nada detendría al Muy Poderoso. Sentía un nudo en la garganta que se deshizo en cuanto vio una hilera de patitos caminar hacia el interior. Movían sus patitas con un ritmo alegre: primero la derecha, la colita subía arriba, y después la izquierda, la colita descendía junto a algún orgulloso aleteo. Eso le tranquilizó, porque si los patos entran es que no existe ningún peligro.

El cardenal de los patos esperaba su ingreso, siempre bien acompañado con los aguerridos ánades a su alrededor y con su favorito en brazos. La marquesita sonrió, sintiéndose bendecida por tener al mejor de los pastores cuidando por su alma.- Son Eminence, je vous remercie de tout coeur. Mes frères seront là bientôt, on les attend?
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[Felipe...]

Los hermanos Álvarez, Germán y Felipe, bajaron de sus caballos ante las puertas de la Basílica, si, una más de tantas que había en la Caput Mundi, entregando las riendas de sus monturas a los guardias del cardenal, que mantenían una vigilia silenciosa en la entrada del templo. Echó una última mirada atrás sabiendo que su hermano aún no se sentía cómodo en la casa de Dios, y el motivo no era que en su corazón no albergase el sincero deseo de formar parte de la comunidad de fieles, eso sin duda sería un hecho en las próximas semanas, sino porque había sido férreamente educado en la heterodoxia reformada desde que era un niño pequeño, y al fin y al cabo los humanos son seres de costumbres arraigadas. No echaría de menos las iglesias heréticas, austeras y con mínima decoración, pero le costaría acostumbrarse a la nueva realidad, que en definitiva era La Realidad de la fe en Dios, sin filtros, sin desviaciones. Cuando un humano sale de la penumbra, tarda tiempo en acostumbrarse a la cegadora luz del Sol. Por contra, esa situación no era la de Inés, cuya vida lejos de Castilla le había impuesto una educación religiosa mucho más laxa y por tanto alejada del fanatismo de su familia. No, ella era ahora como una página del papel más blanco y puro. preparado para que, con buena letra, se escribieran los designios del Todopoderoso y lo que le tenía reservado a ella, la única mujer de la familia. Los dos hermanos atravesaron el dintel de la puerta y la penumbra y el olor a incienso les invadió; Felipe pudo sentir la presencia del Éter sagrado, la quinta esencia divina que conecta a los humanos con su creador; él si se sentía en casa, ya que en adelante cualquier templo, desde la catedral más grande a la capilla más pequeña, sería para el benjamín como su hogar, allí donde se estaba en comunión con el Padre.

Y allí estaba ella. Lo cierto era que realmente la escena se antojaba cuanto menos curiosa, porque había un elemento muy particular en la Basílica, algo que la hacía única. Famoso era el gallo de la iglesia de Santo Domingo de la Calzada, en Castilla, pero aquello estaba lleno de patos, o al menos una docena de ellos que paseaban por el empedrado del templo como si fuera su hábitat natural. Pero los ojos de Pipe se habían desviado de aquello que irradiaba luz allí dentro, y no eran los candelabros, ni siquiera las figuras de los santos, y que Dios le perdonase por aquella blasfemia, sino la figura de su hermana. Era entre una vestal romana y una madona de las que aparecían en los frescos y en las pinturas, en su blanco vestido vaporoso que parecía caer como una cascada sobre su virginal cuerpo. Felipe se acercó hasta su hermana y el cardenal, que también aguardaba con su ánade favorito, así como Titus lo era de Christos, y la contempló por un instante que se antojó demasiado largo. Estaba extasiado. No pronunció una palabra mientras el perfil de la Álvarez se perfilaba por la luz de los vitrales que caían sobre ella como un haz de luz divino. Símplemente alzó una mano para retirar parcialmente su velo, depositando sobre su cabeza una corona de flores blancas que las hermanas del convento de San Francesco Trufaldini habían trenzado para ella. - Hoy es tu día - susurró mirando de reojo a su hermano Germán - Sé lo que estás pensando, lo mismo que yo el día que me ordenaron. Ellos no te condenarían, porque ya habrán comprendido lo equivocados que estaban. No querrían que su hija más querida cometiera sus mismos errores - besó a su hermana en la mejilla, tibia y suave - Alabado sea Dios, y benditos aquellos que abren el corazón a Su mensaje - Felipe entonces se alejó de ella un par de pasos, los necesarios para hacer una genuflexión ante el cardenal y besar su anillo. Abrió los ojos, centelleantes, invitando a su hermano con ese gesto mudo a que hiciera lo mismo para ganarse el favor del príncipe de la Iglesia, que con tanta generosidad había acogido a la familia en Roma, y a quien seguro aún no conocía.
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[German.]

Últimamente parecía que Jean se la pasaba más tiempo en Roma que encargandose de los asuntos de sus tierras y de los problemas de Castilla. Al parecer llegar a Roma trajo consigo una serie de eventos que no hubiera pensado el duque. Esta vez tocaba un bautismo, el de su hermana pequeña. Aquel ser vivo que con su pelo rubio lo encandiló y conseguí sacar lo mejor de Jean.

Llegó a la basílica de San Ripolino de los Angeles, según le pudieron contar esta capilla se encontraba encima de una construcción pedida por el emperador Trajano. Esta vez había ido acompañado por su hermano, la cabalgata con su hermano era uno de los pequeños placeres que al parecer era común en todos los Álvarez de Toledo. Le llamó la atención el sonido de los graznidos de los patos. Tras esas puertas se encontró a la pequeña Alvarez. Estaba nerviosa, algo normal en un dia como el que estaba a punto de vivir. Se acercó, las palabras no le salían por lo que decidió que un hecho sería más fuerte que cualquier palabra que dijera. Le hizo un caricia en los cabellos dorados y la beso en la frente con una sonrisa en la boca. Estaba feliz, porque esto significaba que había crecido y ya era capaz de tomar sus propias decisiones y hacerse cargo de las consecuencias que con ellas traía aparejadas.

Levantó la vista y pudo observar que su hermano se arrodilló ante el cardenal, el nombre le sonaba mas no se acordaba mucho de él. Por lo que dobló una rodilla y besó el anillo del cardenal. Se dispuso para que comenzara la ceremonia.
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[Arnarion]

El viejo estaba esperando a Inès quien vino a verle enseguida tras su llegada a la basilica.

Hola Inès. Estoy feliz veros.

Las viejas manos del cardenal agarrón las manos juveniles de la chica hispanica con la fuerza de las garras de un pato.

Sois como su madre, me parece verla de nuevo. Vais a ser una mujer esplendida, pero cuidado con los jovenes. Dijo con toque de humor.

Bueno ! Ahora vienen sus hermanos. Dijo mientras dos jóvenes venían. Hola, bienvenidos hermanos hispanicos. Soy el cardenal Arnarion y hoy es el dia en que vuestra hermana ingresa a la gran comunidad aristotélica. Es bueno que estén aqui por sus lados en este día de fiesta.

Por favor seguidme y cuidado con los patos, no los pisen. Les indicó que entraran y despues de ingresar en el edificio les mostró las diversas arquitecturas que atestiguaban que Roma estaba a horcajada sobre su pasado medieval y su futuro del Renacimiento.

... aqui se puede ver varias estatuas, grabaciones o pinturas de San Ripolino cuya basilica esta dedicada. La unica de Roma que esta puesta bajo la proteccion de un santo español. De Sevilla fue este gran hombre ... Por favor seguidme hasta el bautisterio.

Así que llegaron frente a un gran baldaquino sostenido por cuatro columnas corintias de mármol con mosaicos de angeles, que dominaba la fuente bautismal. Arnarion avanzó hacia el altar y se arrodilló al pie del escalón, firmó y comenzó las oraciones de la Oficina.

Introibo ad altare Dei.
/Ad Deum qui laetificat juventutem meam.

Iúdica me, Deus, et discérne cáusam meam de gente non sancta: ab hómine iníquo et dolóso érue me.
/Quia tu es, Deus, fortitúdo mea: quare me repulísti, et quare tristis incédo, dum afflígit me inimícus?

Emítte lucem tuam et veritátem tuam: ipsa me deduxérunt et adduxérunt in montem sanctum tuum, et in tabernácula tua.
/Et introíbo ad altáre Dei: ad Deum qui lætíficat iuventútem meam.

Confitébor tibi in cíthara, Deus, Deus meus: quare tristis es anima mea, et quare contúrbas me?
/Spera in Deo, quóniam adhuc confitébor illi: salutáre vultus mei, et Deus meus.

Glória Patri, Altissimi creatorem Mundi.
/Sicut erat in princípio, et nunc, et semper: et in sǽcula sæculórum. Amen.

Adiutórium nostrum in nómine Dómini.
/Qui fecit cælum et terram.

Inclinó más la espalda y se llevó la mano derecha al corazón antes de comenzar la súplica del penitente.

Confiteor Deo omnipotenti,
beatæ Aristotelæ semper luminosi,
beato Jesui Christo,
beato Sancti Nicolasi Pontifae,
sanctis Apostolis Tito et Paulo,
beati Patri nostro Sancti Thomasii Aquini
omnibus Sanctis,
et tibi, Pater,
quia peccavi nimis cogitatione,
verbo et opere: mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa.
Ideo precor beatam Aristotelam semper Benedictem,
beatum Jesum Christum,
beatum Sanctum Nicolas Pontifex,
sanctos Apostolos Titum et Paulum,
beatum Patrem nostrum SanctumThomasem Aquinam
omnes Sanctos, et Te, Pater,
orare pro me ad Dominum Deum nostrum.

Se levantó y proseguido.

Misereàtur nostri omnìpotens Deus et, dimìssis peccàtis nostris,
perdùcat nos ad vitam aetèrnam. Amen.

Y dirigiéndose a la pequeña asamblea, trazó una cruz en el aire con la punta de los dedos y pronuncio la absolución de los pecados veniales.

Indulgéntiam, absolutiónem, et remissiónem peccatórum nostrórum tríbuat nóbis
omnípotens et miséricors Dóminus. Amen.

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[Felipe...]

El anciano cardenal aparentaba fragilidad, aunque bien sabía Felipe que era mucho más fuerte de lo que él quería hacer creer a los demás. Mucho cuento, como decían en su tierra, pero había que perdonárselo, al fin y al cabo era un anciano y a esas edades había que consentir y transigir las manías. El joven sacerdote siguió a sus hermanos y al cardenal Arnarion con cuidado de no pisar ninguno de los patos, aunque uno de ellos pareció enamorarse de su túnica y lo seguía como si fuera un perrito; intentó espantarlo pero el pato era obstinado, así que prefirió obviarlo. Felipe no perdía detalle de la visita turística que estaban recibiendo en la Basílica, nadie mejor que su titular para contar todas esas pequeñas anécdotas históricas. ¿San Ripolino? ¡Lo desconocía por completo!, ¿cómo él podría haber pasado por alto uno de los pocos santos hispánicos que tenía la Iglesia? Molesto por no conocer esa información y con el deseo de satisfacer su curiosidad en la biblioteca del Vaticano, finalmente llegaron al baptisterio, y alrededor de la pila se reunieron los cuatro. La ceremonia había empezado formalmente.

El benjamín de la familia se santiguó y respondió a las oraciones, recitando lentamente para que sus hermanos dijeran lo mismo que él:

-Ad Deum qui laetificat juventutem meam.
Quia tu es, Deus, fortitúdo mea: quare me repulísti, et quare tristis incédo, dum afflígit me inimícus?
Et introíbo ad altáre Dei: ad Deum qui lætíficat iuventútem meam.
Spera in Deo, quóniam adhuc confitébor illi: salutáre vultus mei, et Deus meus.
Sicut erat in princípio, et nunc, et semper: et in sǽcula sæculórum. Amen.
Qui fecit cælum et terram -

Felipe, como sacerdote que era, también respondía a los gestos del cardenal, y se inclinó llevando su mano al corazón, repitiendo las mismas palabras en un susurro inaudible. Finalmente los tres hermanos se persignaron al recibir la indulgencia y respondieron: -Amen-
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[Ines..]

Inés estaba entretenida acariciando a los patos cuando vio que sus familiares llegaron al lugar. Sintió una pequeña corriente de aire frío recorriéndole la espalda, en algún lugar, en algún momento, sus antepasados reformados maldecían ese momento; a pesar de ello las palabras de consuelo de su hermano menor calmaron a la joven. Inspiró una bocanada de aire, dispuesta a responder, y en ese instante Su Eminencia comenzó la ceremonia, no sin una previa recomendación. Vaya -pensó-, así que le recordaba a su madre. Inés tenía entendido que ella y el cardenal Arnarion eran buenos amigos, a pesar de sus diferencias. Recibió el apretón de manos de Arnarion con entusiasmo, en el fondo que mentaran a sus progenitores era un bálsamo para ella, que se había criado tan lejos de ellos.

La ceremonia comenzó con unas breves palabras de bienvenida del prelado y súbitamente comenzó a conjurar con latinajos. Las lecciones de Inés en ese aspecto no eran excelsas, de momento tan solo llegó a aprenderse la tercera conjugación, por lo que, aunque repetía las frases que aquél decía, no acertaba a decirlas con la corrección debida. En cualquier caso su ignorancia quedó disimulada gracias a la pericia de sus dos hermanos. Siendo sinceros, nunca pensó que el latín le fuera a ser útil en Inglaterra, donde la experiencia romana en Britania fue distinta a la capitulada en los anales de los reinos continentales, y por tanto, el uso de su lengua no se conservaba como un valioso vestigio. - ¡Alabado sea! Sic vita brevis! -Pronunció en un maravilloso acento extranjero, era todo a lo que alcanzaba a decir por su cuenta sin errar.

Observó la pila bautismal, sus ojos se desviaron hacia las dos columnas corintias que tenía en el frente, quedando las otras dos en su retaguardia, junto a sus hermanos que eran testigos de la ceremonia.

-Ad Deum qui laetificat juventutem meam.
Quia tu es, Deus, fortitúdo mea: quare me repulísti, et quare tristis incédo, dum afflígit me inimícus?
Et introíbo ad altáre Dei: ad Deum qui lætíficat iuventútem meam.
Spera in Deo, quóniam adhuc confitébor illi: salutáre vultus mei, et Deus meus.
Sicut erat in princípio, et nunc, et semper: et in sǽcula sæculórum. Amen.
Qui fecit cælum et terram.
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[German.]

Aquella persona en la cual se podía aparentar el paso del tiempo y como este viene callando se acercó a los hermanos. Era tal y como lo recordaba de pequeño, cuando su madre se lo presento al primogénito. Las obras renacentistas hicieron por un momento olvidar a Jean del oscuro pasado. Estas representaciones eran un soplo de aire fresco ante la actual oscuridad. Tuvo cuidado con las frágiles criaturas que correteaban por la basílica, al parecer al cardenal le gustaban los patos y no querría empezar con mal pie en la Iglesia.

La ceremonia comenzó con la lectura de los textos antiguos en latín, siendo sincero lo tenia un poco oxidado. Por un momento tuvo la imagen de su madre gritándole por la lectura cuando iban hacia el Imperio. Parpadeo y volvió a la ceremonia tras el breve recuerdo vivido. Llegó la hora de recitar las palabras santas por lo que tras la autorizacion del cardenal dijo:

-Ad Deum qui laetificat juventutem meam.
Quia tu es, Deus, fortitúdo mea: quare me repulísti, et quare tristis incédo, dum afflígit me inimícus?
Et introíbo ad altáre Dei: ad Deum qui lætíficat iuventútem meam.
Spera in Deo, quóniam adhuc confitébor illi: salutáre vultus mei, et Deus meus.
Sicut erat in princípio, et nunc, et semper: et in sǽcula sæculórum. Amen.
Qui fecit cælum et terram.
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[Arnarion]

Unos maravillosos patos volaban en el cielo de la mañana. Era un cielo de belleza, teñido de oro, azul y rosa. El baile del pato en el cielo fue encantador y no pareció terminar. El viejo cardenal vestido de plumas purpuras estaba bailando entre ellos. El viento acarició suavemente su rostro mientras aprovechaba este fantástico viaje. De repente todo se oscureció. El cielo se volvió gris. Los patos que ahora eran aves majestuosas se volvieron flacos y agrios. El pato a su lado parecía una monstruosa joven con plumas y patas de pato. Volviéndose hacia él, la criatura abrió la boca y con voz gutural gritó "¡bautismo! ¡Bautismo!".

PATO ! Nooooo....*puf*

Arnarion se despertó sudando. Estaba dormido, era solo una pesadilla. Ay, perdon hijos, me quedé dormido, ciertamente el calor ...

Nosotros aristotélicos, viajando por el único camino que conduce a Dios, profesamos nuestra fe en Él, nuestro Señor y Creador. Afirmemos en este día o renuevemos nuestro deseo de seguir este camino, cuyo bautismo constituye la única puerta de entrada y salida.

Credo in Deum,
Altissimum Omnipotentem,
Creatorem caeli et terrae,
Inferos et Paradisi,
Ultima hora animae judicem nostrae

/Et in Aristotelem, prophetam,
Nicomaqui Phaetique filium,
Missum ut sapientiam et universi
Divas leges errantibus hominibus erudiret

Credo etiam in Christum,
Natum ex Maria et Ioseph,
Vitam dedit ut nobis paradisi viam monstraret
Sic, postquam sub Pontio passus est
Propter salutem
Nostram martyr perivit
Consecutus est Solem
Ubi Aristoteles ad Altissimi dexteram eum expectabat

/Credo in Divinam Actionem,
Sanctam Ecclesiam aristotelicianam, romanam, unam et indivisibilem
Sanctorum communionem,
Peccatorum remissionem,
Vitam aeternam. Amen.*

Después de haber profesado su fe, el arzobispo de Nazareth le hizo una señal a Felipe para que se acercara. Mi querido hijo, ¿ Le gustaría usted leer un pasaje de las Lecturas para nuestra joven amiga?

Le entregó el santo libro completamente escrito e iluminado en el idioma latino. Por favor haga su elección.

Miró a Ines y no pudo evitar pensar que en cada sueño y cada pesadilla, había una parte de premonición...

[Felipe...]

El joven sacerdote miró primero a su hermano mayor, luego giró la cabeza al lado opuesto haciendo lo mismo con su hermana. No sabía que hacer, ¡el cardenal se había quedado dormido de pié! Esperaba que alguno de ellos dijera algo, pero se mantuvieron callados igual de sorprendidos. Felipe entonces levantó la mano y tocó con su dedo el hombro del cardenal, unos suaves toques que parecieron tener éxito. Arnarion abrió los ojos balbuceando y disculpándose. El benjamín se encogió de hombros ante sus hermanos, su cara parecía decir: es un anciano, hay que consentirle todo.

Él también rezó las partes del creo que correspondían, oración universal que reconocía la fe aristotélica:

...

Et in Aristotelem, prophetam,
Nicomaqui Phaetique filium,
Missum ut sapientiam et universi
Divas leges errantibus hominibus erudiret

...

Credo in Divinam Actionem,
Sanctam Ecclesiam aristotelicianam, romanam, unam et indivisibilem
Sanctorum communionem,
Peccatorum remissionem,
Vitam aeternam. Amen.

Después inclinó la cabeza sonriendo ante la petición del cardenal, tomó el Libro de las Virtudes en sus manos y lo besó con reverencia. Se santiguó y abrió buscando uno de los capítulos más conmovedores de la vida del Mesías Christos. Tras aclarar la voz, comenzó a leer:

[Ines..]

Aunque sorprendida, a Inés le pareció gracioso lo que ocurría; se quedó mirando con una sonrisa, de alguna manera el Cardenal Valyria le resultaba entrañable. ¡Estaba soñando con patitos! Qué dulce sueño debía ser ese. Inés rezó el credo.
...

Et in Aristotelem, prophetam,
Nicomaqui Phaetique filium,
Missum ut sapientiam et universi
Divas leges errantibus hominibus erudiret

...

Credo in Divinam Actionem,
Sanctam Ecclesiam aristotelicianam, romanam, unam et indivisibilem
Sanctorum communionem,
Peccatorum remissionem,
Vitam aeternam. Amen.

Después su hermano leyó un pasaje de los textos sagrados, escogido a su sola voluntad, de manera que captó su atención con aún más interés. ¿Qué razón albergaba para escoger dicha lectura, y no otra? La respuesta parecía evidente; se asustó un poco al pensar que ella también debía confesarse y mostrarse humilde. No es que Inés tuviese un carácter difícil ni mucho menos fuera altanera, en ese aspecto su educación fue disciplinada y por cada ofensa aprendió a disculparse. Pero tampoco conocía el verdadero significado de la humildad; no aún. Asintió ante el significado de la lectura, confirmando su convicción de pertenecer a la comunidad de fieles de la Iglesia Aristotélica.

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Queen of Navarre | Princess of Ischia di Castro | Duchess of Billy | Child of Castile | Countess of Tafalla | Baroness Palatine of St John Lateran | Lady of Bressolles
Prefect of the Court of His Holiness Sixtus IV

[Arnarion]

La lectura fue simple, relevante y relacionada con el caracter sagrado del bautismo. Cuando el joven volvió a sentarse, el viejo cardenal se levantó. Al acercarse a Inés, él la agarró por la barbilla y le dibujó una cruz en el frente tras pronunciar esta antigua bendicion, palabras de un otro tiempo.

☩ Acutis via sternitur et ambulaveris discalceatus. ☩ Dolor sit super multitudinem non scientes quod in fine viae vulneribus tuis sanabo te invenies torrens. Hoc iter flumen Deum pœnitentiam, et remissionem. ☩ Christos ut descenderet eadem via versus petentibus ius poteris pertransire.

El camino está lleno de piedras afiladas y, sin embargo, caminarás allí descalzo. El dolor será fuerte pero no insoportable porque sabes que al final de tu viaje encontrarás una corriente que puede curar todas tus heridas. Este camino es el arrepentimiento y esta corriente es el perdón de Dios. Tome este camino como Christos nos pidió y luego puede avanzar hacia el Medio justo.

Sí, querida, el camino será difícil, tendrás que rendirte. Pero no importa cuántas veces tropieces, levántate y continúa tu camino. Inquebrantable y recto, con esperanza, caridad y fe. Porque es Dios quien está al final, y vale todo el dolor.

Cerró el libro sagrado y se volvió hacia el altar. Saludó a la Cruz de Christos y se volvió hacia los presentes.

Mis amigos. Hoy Dios, en su gracia infinita, ha elegido abrir las puertas de su hogar a nuestra hermana, Inès, quien, iluminada por tanta amabilidad, expresó el deseo de entrar. Acompañémosla en su camino, todos juntos, en el amor de Dios Padre, en caridad y ejemplaridad.

El cardinal hizo un gesto a la joven para que se acercara al baptisterio. Acercate, patita. Dijo.

Querida, repite después de mí estas palabras que te serviran como juramento durante toda tu vida:

Agnosco Deo mundi machinam,
Summus cogitatione rerum causam efficientem et finalem.
Agnosco Ecclesia duce Aristotelica
Iuro in cognitione Dei y Fidem Iesu
auctoritate solum repraesentativum Divini in tellure.
Accipio omnia pro salute mea
animam meam a deo
pulchritudinis contemplatione aeternorum.
Y nomine meo baptizati videri volo
servus Dei omnipotentis.

Testor coram Aristoteles, & in scripturis sanctis
semper in re publica primum
Aristotelis Ecclesiae , et apostolicae Romanae .

Agnosco subiecta triplicem Aristotelis obedientiam :
sacrae hierarchiae ab Christos
ad obedientiam, dogma ,
canonica obedientia .

Vovi Christus & in scripturis sanctis
& Pope semper primement ejus repraesentativa .
Et cognovi quod ordinatur ad hoc sacramentum
allegiances meam , et obsequium obligationes .

Vovi Arnvald & in scripturis sanctis
implere iuramento usque ad mortem
usque in diem qua concitantur vel volo.

Reconozco en Dios, el motor del mundo,
pensamiento supremo, la causa eficiente y final del universo.
Reconozco a la Iglesia Aristotélica como mi guía
en el conocimiento de Dios y juro permanecer fiel a él y a
su autoridad, el único representante del Ser divino en la tierra.
Acepto todo esto por mi propia voluntad de salvación
de mi alma en vista de mi resurrección con Dios
en la eterna contemplación de su belleza.
Quiero que mi nombre aparezca como bautizado y
Siervo del Dios Todopoderoso.

Juro ante Aristóteles y sobre las Sagradas Escrituras.
actuar siempre en el interés primario
de la Iglesia Aristotélica, Apostólica y Romana.

Me reconozco sujeto a la triple obediencia aristotélica:
obediencia a la jerarquía establecida por Christos,
obediencia a los dogmas,
obediencia al derecho canónico.

Presto juramento ante Christos y sobre las Sagradas Escrituras.
siempre para servir principalmente al Papa y sus representantes.
Por este mismo hecho reconozco como subordinado al juramento actual
Mis otras lealtades, tributos y obligaciones.

Presto juramento ante Arnvald y sobre las Sagradas Escrituras.
para mantener este juramento hasta la muerte
o hasta el día en que fui relevado.

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