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[Dogma] Arcángel Santa Rafaëla (la Convicción)

 
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Silencioso



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MessagePosté le: Mer Mar 16, 2011 9:37 pm    Sujet du message: [Dogma] Arcángel Santa Rafaëla (la Convicción) Répondre en citant

Citation:


Hagiografía de la Arcángel Santa Rafaëla


Dudas

Una vieja mujer caminaba desde que se puso el sol. Sentía mucho dolor al moverse. Desde hace tres meses sentía sus fuerzas desaparecer, sus piernas poco a poco la dejaban y, sin embargo, caminaba. Caminaba siempre y se paraba sólo para dormir y recuperar fuerzas. Sabía a quién debía encontrar. Un hombre que vivía en una pequeña casa, un hombre buscado y tuerto que se llamaba a sí mismo "el aborto". Había caído la noche, y esta mujer deambulante tenía miedo, no sabía donde dormir y ese camino desconocido no le decía nada que le valiera.

Continuaba caminando, más rápidamente, se apresuraba ahora, hacía falta que llegara a tiempo, no podía más pero su vida dependía de eso. Si moría estaba acabada. Oh, sus padres le habían dicho que después de la muerte viviría. Que Dios estaba allí para salvarla. Pero era imposible, porque si Dios hubiese existido, no habría sufrido todas estas miserias y la vida no existiría. Para qué separarse para volver a Él después de la muerte. Esta historia no se sostenía en pie, sinceramente. Igualmente iba a ser su caso si no llegaba pronto. La historia de Dios que comenzó produciéndole cosquillas, comenzaba ahora a asustar. Casi corría, en cualquier caso, los esfuerzos que usaba eran tantos como podía. Esto resultaba ya imposible, y de un tirón, ella se dio la vuelta y frente a lo que creía el vacío, gritó:

« Si existes, muéstrate. No te escondas, si eres incapaz de querer a aquellos a los que creaste, si eres incapaz de cumplir tus compromisos o si haces sufrir a este mundo por tus propios placeres. ¡Muéstrate! »

Una furia ardiente tenía en la cabeza esta pobre mujer y ya esperaba a ese Dios del que tanto había oído hablar, pero que nadie jamás había visto.
Era algo asombroso, ella que no creía en nada fue persuadida de que iba a tener una respuesta, una respuesta cierta. Iba a tener una, pero muy alejada de la que esperaba. Aunque quizás, en el fondo de su corazón, una parte le gritaba la verdad.


Revelación

En vez de las fatales corrientes a las que estaba destinada, hubo una luz suave que brotaba y que era imposible saber de dónde venía. Se podía creer que incluso las tinieblas brillaban.

Una voz también se oyó, que venía de todas partes y de ninguna parte a la vez, era tranquilizadora y parecía una voz anciana.

« Rafaëla, Rafaëla,
¿Por qué gritas?
Tus gritos siembran el eco en las montañas y enturbian el curso de los ríos. Petrifican de miedo a los niños de este mundo y hacen pelearse a los más sabios.
»

La vieja mujer no supo qué responder. Estaba extremadamente asombrada por lo que acababa de oír. Oír la voz de Dios era ya una cosa extraordinaria, pero que Él la llamase por su nombre era mucho más extraordinario. ¿Cuánto tiempo hace que no la habían llamado por su nombre? Jamás se la había llamado por su nombre, desde que su padre se marchó. Los apodos habían acabado por reemplazar su nombre. Rafaëla, cuyo corazón comenzaba a abrirse de nuevo, todavía dudaba; pero la llama de odio en sus ojos todavía no estaba extinguida.

Lo que se había tomado como un acto de amor al principio, se transformó, con la cólera, en afrenta. Su alma que no estaba dispuesta a recibir un amor simple. Le era imposible recibir el amor más fuerte que pudiera existir; pero la omnipotencia de Dios y el conocimiento que tenía de su hija comenzaron a obrar.

« ¿Cómo osas a llamarme por mi nombre, Tú, un Dios con un pensamiento feliz y una mano maléfica? »

« ¿Un padre no llama a sus hijos por su nombre? »

« Sí, pero un padre se preocupa por sus hijos, les ama y les quiere. »

« ¿No es lo que hago? »

Diciendo estas palabras, Dios mostró la Tierra.

« Rafaëla,
He aquí el trazado de tu vida.
Estos rastros son tus pasos.
»

« Si estos rastros son mis pasos, ¿a quién pertenecen los rastros que están al lado? »

« Son los míos, Rafaëla. Marcho a tus lado desde que naciste. »

« Y en los momentos más difíciles sólo hay dos pasos, ¿por qué no estabas allí cuando te necesitaba? »

« Estaba allí, y si ves sólo dos pasos es porque te llevé encima, hija mía. »

El corazón de piedra tan difícil de convencer, se hizo en aquel momento corazón de carne. Rafaëla comprendió ante quién estaba: ante de su padre y, cayendo a rodillas, le pidió perdón.

« Guarda tus lágrimas, Rafaëla, es hora de la alegría: pensabas mal pero al menos eras fiel a tus pensamientos. Ahora que los has visto, tu convicción te salvará y mostrará a muchos otros el camino que tracé para ellos. »


« Padre,
¿Por qué jamás te mostraste? ¿Por qué jamás me dijiste que estabas allí?
»

« Te lo he dicho, hija mía, pero tus orejas no querían oír, me mostré pero tus ojos no querían ver, te tomé la mano pero no me la apreciaste. Entonces me revelé a tu corazón y creíste.
Te dejé escoger porque eras libre, no querías recibirme, no me impuse.
Me buscaste y me revelé.
Muchas cuestiones todavía se aglomeran en ti, pero sé paciente, responderé a los huecos de tu corazón en el momento justo.
Ve, porque ahora sabes que estoy contigo hasta el fin de los tiempos,
Si te caes, yo te levantaré.
»


Preguntas

A partir de aquel momento la luz se derritió en el paisaje y aunque ésta ya no era tan intensa, Rafaëla la veía, y esta luz le guiaba en la noche. Le podía mostrar el camino, pero Rafaëla ya lo conocía, le podía alumbrar las tinieblas, pero Rafaëla no lo necesitaba, en lugar de eso, la luz le mostraba el camino interior y expulsaba todas las tinieblas.
Había dejado Oanilonia algunos días antes y la persona a la que buscaba vivía lejos. Él era uno de los pocos que habían dejado la ciudad cuando ésta todavía vivía lejos del tormento.

Continuaba caminando, no dejaba de pensar en su encuentro con Dios, había actuado como un padre con ella, había actuado como su verdadero padre que había dejado la ciudad de Oane. Jamás se supo por qué, y fue él que le había dado tanto, el que la había querido tanto; y ahora había desaparecido completamente. Era una de las partes más conmovedoras. Dios quería a cada uno de nosotros, era muy bello pero difícil de creer. ¿Por qué la miseria? ¿Por qué la desgracia? ¿Y por qué morir antes de encontrarle? Si ella lo sabía, la respuesta a su última cuestión le vino como una verdad indiscutible: Dios dejó a los hombres sobre la Tierra con el fin de que tuvieran total libertad. Tenían la elección entre seguir Su camino o irse allí dónde no existía camino: allí donde hasta el más grande camino no se veía. Allí donde Dios estaba ausente o allí dónde se negaban a ver porque Dios estaba en todas partes. Dios, aunque era omnipotente, les dejaba a los hombres el libre albedrío.

Pero, si Dios le dejaba a cada uno el libre albedrío de su propia vida, ¿por qué se juega a veces en contra de la libertad o en contra de la felicidad de otro? ¿Por qué la libertad de uno invade la libertad de otros?

Continuaba caminando, debía llegar a la cabaña. Estaba cansada, cada vez más, pero tal sed de Dios tenía que pararse le parecía una pérdida de tiempo.
Acabó por encontrar una habitación pobre y en ruinas que servía de casa al que buscaba. Entró por lo que parecía ser una puerta y no vio a nadie, no había nada, simplemente un pergamino.

« Cuando naces, no escoges a tu hermano.
Independientemente de quien sea, debes aprender a vivir con él, a vivir por él.
Si tu hermano tiene a Dios en su corazón, entonces vuestros corazones llenos de amor podrán uniros con Él.
Si, en cambio, tu hermano se desvía del amor divino, debes mostrarle la importancia de la vida.
Pero, ¿para qué dar la vida para alguien que no quiere ver?
Si lo consigues, le das una oportunidad de reunirse con Dios y los ángeles después de su muerte y, por esto, tú también te reunirás con ellos.
Si fracasas, serás tú quien esté con Dios.

Sin embargo, ten en cuenta que si tu hermano no puede ver, no te molestes; piensa y trabaja por un número más grande, porque aquellos por quienes habrás trabajado, también podrán trabajar por otros.

Entonces, ¿es mejor dar la vida por intentar salvar a alguien que no quiere ser salvado o dar la vida por salvar a una multitud con un gran deseo de ver y oír?
»

Rafaëla leyó y comprendió una cosa más. Cada hombre había sido puesto en una situación particular que podía evolucionar, no solamente debido a los deseos de Dios o del mal inspirado por la Criatura sin Nombre, sino también de acuerdo a la manera en la que cada hermano y hermana utilizaba su libre albedrío y su libertad. Las artimañas de cada uno de ellos, si no las habían pagado sobre esta Tierra, las pagarían cuando Dios se encontrase con ellos.
La verdad evidente cambió el rostro de Rafaëla por el amor divino. Se arrodilló, en lágrimas, y rogó.
Que el Señor, Dios del Universo le de fuerza para servir humildemente y por amor en cualquier momento y cualquier lugar.

Rezó durante toda la noche, luego se levantó por la mañana segura de sí misma.
Estaba llena de confianza, Dios estaba allí con ella, y ella permanecía cerca de Él.
Una buena y bonita aura brillaba ahora alrededor de ella. Aunque sus ojos eran incapaces de verla, su alma sí era capaz de sentirla porque el alma estaba después del amor, el don más poderoso que Dios le había dado al hombre.


Primeros actos como Santa

Rafaëla se acercaba a Oanilonia y la sensación de discordia que pesaba sobre la ciudad se hacía sentir. En efecto, la Criatura innombrable había sembrado la duda en los corazones con el fin de que se ignore la verdad, antes de que se vaya presintiendo débilmente la reacción de Dios.
Cada vez más, la población se dividía en dos grupos, los que permanecían fieles a Dios, y los que creían o no se dejaban penetrar por la duda.

Los hombres eran débiles, les bastaba con escuchar que Dios no existía para desvíarse de Él. Era todavía más fácil decir que Dios no les quería y que no había más esperanza, y con esto cualquier pecado tenía una razón válida.
Rafaëla veía esta debilidad, y por ello, se reunió con un puñado de hermanos y hermanas y mantuvo su esperanza así como la convicción firme de que Dios les quería. Rezaba para que cada hombre viese en sí mismo el camino hacia Dios, para que cada uno vea que no camina sólo.
La convicción y la seguridad que daba prueba le permitían a ella predicar y pudo convencer solamente por la voz de numerosas personas.


El Castigo

Entonces el castigo divino llegó. Lo que comenzó con un rayo que desencadenante en lo más alto del cielo, luego terminó por formar ríos enteros por la lluvia. Los hombres, uno por uno, fueron perdiendo la vida. Vinieron lenguas de fuego que se estrellaban sobre cada humano.
Envíaron a los más malos hacia las llamas eternas del astro de la noche y tuvieron una nueva existencia de sufrimiento y de obsesión.
Les dieron, sin embargo, una vida nueva a los que habían creído en Dios, ascendiéndoles hacia la gloria divina en el astro que dominaba el día.
Rafaëla fue elevada con otros seis al nivel de Arcángel con el fin de inspirar por los siglos de los siglos las siete virtudes.


Su envío

Un día en la tierra, un hombre estaba triste. Quería a Dios con todo su corazón, pero jamás se había atrevido a proclamar el amor que tenía.
La gente alrededor de él echaba pestes contra Dios y no dejaban de blasfemar. El hombre no se atrevía a responder. Era consciente de su pecado pero no podía actuar, oprimido por el miedo. Volvió a su casa una tarde, y se echó sobre su colchón de paja en lágrimas.

Confiando en Dios las dificultades que tenía para asumir su fe delante de sus amigos; dijo, lloroso cada vez más, que soñaba sólo de anunciarlo pero que tenía miedo... ¿Cómo podía hacer atreverse a proclamar su fe? No podía más quedarse así, guardando a Dios dentro de su corazón, ¡hacía falta que lo dijera y que lo gritase a la Tierra entera!
Entonces Dios, escuchando a su hijo, envió a Rafaëla con estas palabras:

"Ve, Rafaëla ¡y triunfa!"

Como una presencia que se siente pero que no se ve, Rafaëla descendió cerca del hombre y le acompañó. Al día siguiente, cuando fue a ver a sus amigos, éstos comenzaron a hablar de Dios con malas maneras. Estaba a punto no decir nada, pero luego sintiendo esta fuerza invisible cerca de él, dijo con un tono firme que no quería que se usase el nombre de su Dios sin conocimiento. No dijo nada más.
Dios era su Dios, era así, ¡no se diría ninguna vergonzosa blasfemia más cuando estuviera escuchándoles!

En aquel momento, cuando sus amigos levantaron hacia él una mirada fulminante, cuando estaba a punto de caer por el peso del miedo, Rafaëla le inspiró y le empujó. Siguió entonces con calma pero sus palabras tenían la fuerza de un grito.

"¡Dios nos quiere, vosotros no teneis ningún derecho a decir todo eso de Él!"

Entonces, los hombres que le rodeaban, no entendiendo nada y no dejándole libertad para pensar, saltaron sobre él y le arrancaron los miembros. Exhaló el último suspiro en este día, con terribles sufrimientos, pero orgulloso de haber podido por fin honrar sus convicciones. Rafaëla tomó entonces el alma de este buen hombre, y lo presentó ante el Altísimo.


La Oración

Rafaëla inspiraba a los corazones puros que le rogaban, la fuerza por mantener sus convicciones y actuar en consecuencia con el fin de que los hombres sean capaces de querer el bien pero también de hacerlo.
Pero aunque inspiraba la convicción, era Dios quien hablaba en su boca.
Después de que el alma del hombre inspirado por Rafaëla hubiera ascendido al Sol, los asesinos se miraron el uno a otro. Acababan de matar a su propio amigo. Entonces, el cadáver se rodeó de una llama gigantesca, que desapareció muy rápidamente. El cuerpo había quedado intacto, aunque sobre su torso fue inscrita en letras de oro la inscripción siguiente:

Citation:
Oración de Oscermine a Dios.
Invocación de Santa Rafaëla

    ¡Oh Dios!
    Tú en el que creo,
    Tú el que guías mis pasos,
    Dame la fuerza para profesar la grandeza de Tu Nombre
    Así como el amor y la adoración que llevo.
    Envíame a Tu Arcángel, Rafaëla, para que camine a mi lado,
    Que no esté más solo frente al enemigo de mi fe y de mi convicción.
    Que mis actos obedezcan a mi corazón y que mi mano izquierda siga los mandos de mi derecha.
    Que mi corazón te tema.
    Y que anuncie Tu Santo Nombre.
    Dios, dígnate en levantar tu mano, para que Rafaëla descienda y me ayude.
    ¡Así sea!
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