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Carta de Nicolás sobre el trabajo

 
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Chapita



Inscrit le: 04 Jan 2012
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MessagePosté le: Jeu Juil 10, 2014 6:51 pm    Sujet du message: Carta de Nicolás sobre el trabajo Répondre en citant

Citation:


Carta de Nicolás sobre el trabajo

A Séneca de Tarso, nuestro amado hermano en Christos ¡salutem dat!

Es con placer extremo, mi hermano, que recibo su última carta enviada; ésa dónde consigue hacer frente a las dificultades; en dónde dice que hay que convencer a la gente de Corinto para que cumplan con las tareas diarias requeridas tanto para el trabajo manual como el intelectual. La pereza se parece a un segundo vicio natural en estas personas groseras que, por culpa de sus creencias paganas, se niegan a admitir las verdades que Dios ha fijado en el Libro de las Virtudes: "Yo sé que no hay que olvidar que este poder, un regalo Mío, es en recompensa por su amable respuesta, Oane. El trabajo es laborioso, difícil y agotador. Pero no se quejan del dolor que causa, puesto que en realidad es un hermoso regalo que Yo les doy."

Al negar el trabajo, es su alma la que reniega de su futuro compromiso en el Paraíso Solar. Su deber es salvarlos, al menos, del pecado, querido Seneca. Sé que también es consciente de esto como yo, tal y como lo demuestra su llamada de auxilio.

Así permita que le envíe el pequeño tratado que sigue y que compuse especialmente con la intención de alimentar su próxima prédica, logrando que el pueblo de Corinto tenga una mejor consideración del trabajo a través de la fuerza de la palabra.

La obra es la más noble y digna. Nos convertimos en dueños de nuestro destino, que es en parte la libertad que Dios nos ha dado. El hombre es libre, en efecto, siendo imagen de Dios; es capaz de construir y crear su obra, lo que significa que va a imponer su fuerza en la naturaleza que lo rodea.

También se cumple la estricta ley de la naturaleza, aquella que dice que no se puede lograr nada sin esfuerzo. La Ley del trabajo se ha caracterizado por una fórmula de maldición: "El trabajo será laborioso, difícil de llevar y agotador". Es pues imposible una ciudad futura dónde no habría más que lugar para el ocio y para el placer. Tal sociedad no sería más una sociedad que obedece al orden natural querido por Dios, sino una que obedece el orden impuro de la lujuria que lleva al hombre desde los peores excesos hasta su caída final.

A través del trabajo, el hombre libera necesidades naturales, aprende a controlar sus impulsos y deseos, da reglas, aprende a construir, a tener disciplina y a alejar de su puerta los vicios de la ociosidad, esta lo haría esclavo de la Criatura Sin Nombre y de sus trampas.

El trabajo es una bendición; lo cual es, de hecho, una condición para la buena salud física y moral, el equilibrio y el desarrollo de las facultades humanas. Es un error creer que podemos mantener intactos los dones o las facultades con la ociosidad. Al trabajar, estamos ampliando nuestras capacidades y aumentando nuestras fuerzas. Pasa lo mismo tanto para los individuos como para los reinos. Un gran reino no se crea por privilegio o gracias a la suerte: es a través de la labor en curso de todos sus hijos, de generación en generación. Si la ciudad de Corinto hubiese holgazaneado menos y hubiese mostrado más asiduidad en el trabajo, no estarían hoy bajo el yugo del Imperio Romano, castigo que Dios le infligió debido a su pereza.

Además, un hombre que sabe realizar una tarea con valor y experiencia representa siempre un valor para sus similares y se integra así de forma más fácil en la ciudad, gracias a la consideración incluida en él que allí goza. El más sano orgullo que se pueda probar es sentirse útil por un trabajo bien hecho. Ningún privilegio de fila o fortuna da a alguien tanta confianza en la vida y benevolencia con respecto a otros. El trabajo contribuye, pues, a desarrollar la Amistad Aristotélica.

Lo que le digo aquí es válido tanto para el trabajo manual como para el trabajo intelectual, el cual, por ser de otro carácter, no es menos esclavizante o moralmente agotador o fatigoso, tampoco es menos bendecido por Dios; al contrario.

Nada sería, en efecto, más falso que decir que Dios no halla más que menosprecio en el trabajo del espíritu. “Las artes y las ciencias se concibieron entonces para elevarlos más aún hacia Dios. Aprendieron a componer música, los cantos se volvieron cada vez más bonitos y los instrumentos que los acompañaban cada vez eran mejor interpretados. Descubrieron las plantas que trataban las heridas y las enfermedades, para que su salud sirva para glorificar al Todopoderoso por mucho más tiempo. Inventaron la escritura, que les permitió conservar todo su conocimiento para las generaciones futuras” nos dice el Libro de las Virtudes con respecto a los hombres.

Informarse es uno de los deberes que nos impone Nuestro Creador; ésta es la razón por la que permitió que cada uno tenga derecho a una igualdad de oportunidades y que cada uno pudiera informarse, sin distinción en cuanto a los frutos legítimos de su trabajo le permitan elevarse en la sociedad. Así pues, solamente el trabajo y el talento establecen el fundamento de la jerarquía social de la ciudad ideal soñada por Aristóteles. Ningún prejuicio desfavorable alcanza a alguien a causa de sus orígenes sociales, la condición se integra únicamente en la sociedad donde aporta una ayuda sin reserva.

Por ello, todo hombre que se niega a informarse o de elevarse en la sociedad contraviene al nivel establecido por Nuestro Creador y se vuelve culpable igualmente de los pecados de pereza y acedía, no utilizando las facultades de las que el Creador dotó; hasta deben considerarle como un traidor a la sociedad, ya que, al perder los talentos que Dios puso en él, priva de una parte de a su similares y los penaliza por su pereza intelectual.

Puedan, querido Séneca, algunas de estas consideraciones inspirarle y guiar a los corintios en el camino de la Virtud; gloria a usted, a Aristóteles y a Christos para la eternidad del tiempo.

Traducido por Miryam_rosa
Revisado por Chapita e Ignius
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