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El Campeador // The Campeador.

 
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Zebaz



Inscrit le: 07 Juil 2009
Messages: 378
Localisation: Corona de Castilla y León, Ducado de Oropesa.

MessagePosté le: Dim Juil 24, 2022 7:45 pm    Sujet du message: El Campeador // The Campeador. Répondre en citant

- Eminencia. Hablo con voz ahogada. Claramente se veía exhausto al anciano Campeador al llegar a la plaza que había frente a la entrada del Palacio. - No os van a robar aquí, no, no, no os van a robar. Pedía aire para refrescarse ante el calor. - ¡Horas! Horas llevamos atravesando ese laberinto que tenéis por jardín desde la puerta principal para acceder a la Villa. Ha llegado un momento en que he pensado que había llegado a mi Castilla con tanto caminar. Exagero. - No me seáis tan temeroso Eminencia, la Hueste de Oropesa puede ayudaros a proteger vuestra vida, o hablo con el Santo Padre y que os mande los ejércitos Papales pero, ¡por Dios bendito!, haced un camino recto hasta la entrada.

El Campeador había llegado a Villa Borghese, allí pasaría su estancia en Roma, junto al joven Cardenal. Los días que habían trascurrido desde la muerte de la Reina Tiana hasta ahora habían sido raros, sentía que se había quedado sin hogar y perdido todo lo que tenia. Tiempo le costaría adaptarse a la nueva vida sin su hija. Ante el ofrecimiento del Cardenal Álvarez de Toledo, decidió trasladarse junto a él en sus estancias en Roma. Dejó el Palaceto de Sisto, sede que el Santo Padre había cedido a la Diplomacia de la Corona de Castilla y que él, como anterior Canciller, había estado habitando y utilizando en las temporadas que pasaba en Roma trabajando en los colegios Heráldicos Pontificios. Trasladarse con el Cardenal le ayudaría a no sentirse solo y tener a un joven al que contar sus historias día y noche de su juventud. Hacerle sentir vivo.

Con los brazos en jarra, se quedo mirando a su alrededor para observar la gran Villa que recién inauguraba Felipe y su nuevo hogar.

- Eminencia, esto parece muy grande. Puso su mano derecha encima de los ojos tapándose del sol. - Debéis tener coto privado de caza y todo. Exclamaba admirado. - ¡Y ven a darme un abrazo que ya tienes al abuelo en Casa!

*********************************************

- Eminence. - I speak in a choked voice. The old Campeador was clearly exhausted as he reached the square in front of the palace entrance. - You will not be robbed here, no, no, no, you will not be robbed. - He asked for air to cool down in the heat. - Hours! For hours we've been going through that labyrinth that you have as a garden from the main gate to access the Villa. There came a moment when I thought I had reached my Castile with so much walking. [I exaggerate. [b]- Do not be so fearful Eminence, the Host of Oropesa can help you to protect your life, or I will speak to the Holy Father and have him send you the Papal armies, but, for God's sake, make a straight path to the entrance.

The Campeador had arrived at Villa Borghese, where he would spend his stay in Rome, together with the young Cardinal. The days that had passed since the death of Queen Tiana until now had been strange, he felt that he had been left without a home and lost everything he had. It would take time to adjust to a new life without his daughter. At the offer of Cardinal Alvarez de Toledo, he decided to move in with him during his stays in Rome. He left the Palaceto de Sisto, which the Holy Father had ceded to the Diplomacy of the Crown of Castile and which he, as former Chancellor, had been living in and using during the periods he spent in Rome working in the Pontifical Heraldic Colleges. Moving in with the Cardinal would help him not to feel lonely and to have a young man to tell his stories of his youth day and night. Make him feel alive.

With his arms up in the air, he stood looking around him at the grand Villa that Philip had just inaugurated and his new home.

- Your Eminence, this looks very grand. - He put his right hand over his eyes shielding himself from the sun. - You must have a private hunting ground and everything. He exclaimed in admiration. - And come and give me a hug, you've already got grandfather at home!
_________________

Monseñor don Zebaz Campeador Torres de Borja i Villalonga.
✠Furriel Major✠Gentleman of His Holiness✠
✠Duque de Faenza✠Conde Palatino de San Juan de Letrán✠Comandante de la Orden de Nicolás V.✠
✠Aristotelian since 1456✠Senatorial Herald✠.
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Felipe...
Cardinal
Cardinal


Inscrit le: 10 Mar 2020
Messages: 1598
Localisation: Villa Borghese

MessagePosté le: Sam Juil 30, 2022 2:13 pm    Sujet du message: Répondre en citant

Los trabajos avanzaban a buen ritmo, según insistía cada día el capataz de la obra, aunque a su nuevo dueño, quién tenía la ligera sospecha de que se estaban alargando las jornadas con tal de cobrar más sueldos, le parecía una eternidad. A nadie le gustaba tener obras en casa, pero al cardenal le entregaron las llaves “sub conditione” de terminar el palacio iniciado por el anciano duque Borghese, que nunca pudo ver concluído el sueño de su vejez: una villa de recreo fuera de los viejos muros aurelianos. La finca era enorme y los jóvenes árboles crecían con fuerza en un terreno trazado con minuciosidad para crear grandes jardines ordenados que realzasen la magnificencia del palazzo. Las fuentes estaban secas, aún por estrenar, y los plomeros estaban instalando aquella mañana las conducciones y las válvulas para hacer que el agua rugiera con formas caprichosas. Mientras tanto, en el interior del palacio se cortaban con sierra las planchas de mármol de colores que, bajo caprichosas formas, conformarían los zócalos en las paredes. Polvo, suciedad y muchos mozos de cuerda, oficiales y artesanos que competían por ver quién era el más lento mientras comían y cobraban a expensas de aquel muchacho rubio de dieciséis años. En medio de aquel estruendo de cinceles, carretillos y gritos en el más puro idioma romano del que Dante Alighieri no se sentiría especialmente orgulloso, era imposible hacer vida tranquila, así que el cardenal se había mudado provisionalmente al “palazzino”, como todos allí se empeñaban en llamarlo, aunque a ojo de buen entendido era más bien un caserón viejo en medio de la propiedad, alejado del palazzo, desde donde Felipe podía continuar con sus obligaciones sin ser molestado demasiado. El tiempo que no debía estar en el Palacio Apostólico o en el palazzino atendiendo sus responsabilidades, lo pasaba enteramente deambulando por los jardines y nuevas estancias de su villa, por eso no era raro verlo a él también cubierto de polvo y con el pelo bastante desaliñado en un intento no buscado por mimetizarse con el nuevo entorno.

El sol calentaba sus mejillas mientras disfrutaba de un apasionado volumen sobre el vuelo de las torcaces y ánades, regalo del cardenal Arnarion. En realidad no le interesaba lo más mínimo, como todo lo que rodeara el mundillo de aquellos abyectos animales emplumados, pero era el primer libro que había encontrado sobre su escritorio antes de salir en su habitual inspección rutinaria de cada tarde por las obras del palazzo. Reinaba la tranquilidad a esa hora, pues ya sólo se escuchaba algún martilleo sobre el plomo de las fuentes o los pintores decorando las bóvedas en el atrio porticado. Levantó la mirada al escuchar pasos sobre el camino de guijarros que atravesaba la gran explanada frente al edificio; sus cejas se levantaron al encontrarse cara a cara con el anciano duque de Oropesa, siendo seguido por una comitiva de criados que acarreaban sus pesados baúles. Felipe cerró el libro y se levantó cortésmente como un buen nieto que saluda a su abuelo; sus ojos verdes brillaron alegremente de ver llegar finalmente a su amigo castellano. La amistad no conocía diferencia de edades, y el muchacho disfrutaba cada segundo que pasaba en compañía del gruñón noble, cuyas experiencias y sabiduría estaban contribuyendo a hacerle madurar… aunque a veces fueran a golpe de bastón.


-Señor duque, amigo mío-. respondió afectuoso comprobando que aquel tipo, aunque siempre se quejaba de los estragos que el paso del tiempo hacían en su salud, siempre estaba como una rosa y no le importaba atravesar medio mundo. No era el habitual anciano que se pudría de asco en su casa, sino que este buscaba sin descanso nuevas aventuras y de paso una nueva esposa que lo colmara de atenciones en la época dorada de su larga vida. Su presencia y sus arrugas honraban su nueva casa.

-Veo que funciona bien entonces la disuasión. Es para ladrones y también para visitas molestas, como los testigos de Roboam y los seguidores del dios gato-. le estaba tomando el pelo, pero le siguió la corriente, por quejica.

-Y eso que aún no he mandado cavar las zanjas para cocodrilos ni construído las leoneras, entonces sí que será impenetrable. Ya sabéis que no es cuestión de ser temeroso, sino de ofrecer un buen espectáculo a quien lo merezca. Todo por el pueblo.-

El cardenal chasqueó los dedos y un grupo de criados descendió la escalinata.

-Duque, vuestros servidores serán bien alojados junto con los míos.

-Vosotros- dijo dirigiéndose a sus lacayos -llevad los bártulos de su excelencia a sus aposentos y disponed de un refrigerio en la terraza; después de un viaje tan largo este noble señor tiene mucha hambre, mucha sed y muchas ganas de quejarse por todo. Preparad también una tina de agua con hierbas para que ponga a remojo los pies, que luego debo darle un paseo por la finca-.

Esperó unos segundos a que el grupo de criados propio y ajeno se alejara por un lateral del palacio antes de volver a dirigirse al duque, a quien ofreció un brazo para que pudiera ascender la escalinata con balaustrada hasta el zaguán del palazzo.

Se dirigió ahora a él en un tono más calmado y serio:
-Y bien mi veterano amigo, ¿cómo os encontráis?- se detuvo en mitad de un escalón para mirarlo.

-No podía permitir que os quedáseis sólo en Castilla en estos momentos- se refería claramente al duelo por su hija -creo que la campiña romana os hará muy bien. Veréis que no soy un anfitrión agobiante, tendréis a vuestra disposición los jardines para vuestros paseos, el oratorio para aliviar vuestra alma, un palanquín para que os trasladen a Roma siempre que necesitéis visitar la urbe, y mi compañía siempre que lo deseéis. Podemos comer juntos todos los días, o si necesitáis soledad también os la daré.

El joven y el anciano se refugiaron del sol bajo el techo del amplio zaguán, cuyas altas columnas corintias soportaban el frontón con relieves; el suelo era de grandes baldosas de mármol blanco y negro, simulando un tablero de ajedrez. Allí se respiraba tranquilidad - al menos a esa hora - y desde allí se podía contemplar las largas avenidas arboladas. Tras esperar un breve momento a que Zebaz recuperase el aliento tras la subida, lo introdujo en el palacio.

-Mirad qué maravilla, duque. Esto no es como los oscuros y aburridos palacios castellanos, esto es el cielo en la tierra. Podría vivir aquí toda mi vida. Es mucho más de lo que nunca tuve y a veces me siento muy insignificante entre estos altos muros. Ahora bien, estoy arruinado… arruinado por completo. He tenido que pedir un préstamo y temo acabar endeudándome demasiado. Estos malditos…- no dijo lo que pasaba por su cabeza porque no era propio de su dignidad -sólo comen la sopa boba y holgazanean todo el día a mis expensas… ¡holgazanes!-

Acción, reacción. Después de que las palabras del cardenal ascendieran hasta los andamios desde los que los pintores daban color a los nuevos frescos, un cubo de pintura cayó y se estrelló en el suelo junto al anfitrión e invitado, salpicando de azul el bajo de la sotana de Felipe y de milagro se salvaron los ropajes del duque.

-Mi scusi, Eminenza!- sonó desde arriba unas palabras poco creíbles tras la que vinieron algunas risas ahogadas.

-Porca miseria, un po' più di attenzione. Devi dipingere il soffitto, non la testa del Duca!- Felipe gesticuló como un verdadero romano levantando la voz mientras tiraba del brazo de Zebaz para apartarlo a un lado, evitando un nuevo posible “accidente”.

-Es Amelia, Piermatteo d’Amelia, nuestro artista particular. Quiero decir, del Santo Padre. Le ha encargado que pinte la bóveda de la nueva capilla, esa que todos se empeñan en llamar “Sixtina”. Digamos que no está muy contento de echar horas extra aquí en Villa Borghese. A pesar del dineral que cobra y de su mal genio, creo que es el mejor artista para decorar estos salones.

Ambos continuaron recorriendo varios salones, algunos acabados, otros todavía con las paredes desnudas y el mobiliario tapado con sábanas. Luego subieron a la primera planta por una gran escalinata cuyo pasamanos era de dorado bronce y en sus paredes había hornacinas con bustos de las deidades griegas. Las puertas de la terraza estaban abiertas y las cortinas se mecían por el fresco aire del atardecer que invitaba al reposo. En la monumental terraza, también decorada con bustos, estatuas y una larga balaustrada de mármol, habían instalado un toldo bajo el que estaban dispuestos varios macetones con palmeras, dos camas de mesa, como las que usaban los antiguos romanos, y una mesa de mármol verde con comida y bebida. Al pie de una de las camas ya estaba la palangana de cobre con agua fresca y calmantes hierbas aromáticas que podrían relajar y perfumar incluso las pezuñas de un elefante. Felipe contemplaba con satisfacción la disposición del mobiliario y el refrigerio - que podría alargarse a la cena - para de esa forma complacer al duque, hacerle sentir como el emperador de Roma, y lo que era más importante, distraer y apaciguar un poco el dolor por el reciente fallecimiento de la reina. Él merecía un descanso e incluso toda una jubilación.
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_______.______Sanctae Mariae Rotundae cardinalis episcopus | Archiepiscopus Burdigalensis
__________..Secretarius brevium ad Principes | Sanctae Sedis Vice-cancillarius et Magnus Auditor
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