L'Eglise Aristotelicienne Romaine The Roman and Aristotelic Church

[Anzo]

La sede del Arzobispado se presentaba imponente ante ellos. Allí estaban su mujer y parte de su familia. El antiguo circo, extramuros, ahora rodeado de comerciantes y mercaderes, algunos talleres de distintos oficios, buhoneros, charlatanes, numerosos compradores y vendedores que allí se daban cita, antaño representó la grandeza de un imperio que se vio socavado por luchas intestinas y reducido a escombros por ejércitos extranjeros.

El viaje había sido largo y duro, habían forzado demasiado a sus monturas, aunque hicieron alto en varias postas. Desde Segorbe hasta Tarragona fueron al galope, poco pudieron parar, tenían prisa por llegar a la ciudad y de allí a Roma.

Había mandado misiva a su señora avisándoles de la pronta llegada de la comitiva de Valencia. Deberían estar ya aguardándoles en el puerto, y hacia allí se dirigieron. Huertas, molinos, forraje para los rebaños y las reses y extensos cultivos componían el paisaje junto a los campesinos y ganaderos que cuidaban de sus tierras y bestias. "Ya queda poco", pensó, algo nervioso.

La señal real de Aragón acompañada del pendón de la casa ducal ondeando sobre el mástil de un navío les indicaron el camino a seguir en el extenso muelle. Los estibadores les esperaban para acabar de cargar las pertenencias de la familia y su séquito. No tardarían mucho en partir. Buscó impaciente con la mirada a su mujer.

[sorkunde]

Por fin la misiva tan esperada de su esposo llegó a sus manos. El secretario de la Reina entró a la sala de deliberaciones con una sonrisa en sus labios y le entregó un correo a su Majestad en nombre de su Rey, la leyó emocionada y luego en voz alta a sus consejeros presentes. Abandonó la sala para ir en busca de sus hijos que en los últimas días andaban un tanto nerviosos. Yuste y Zeian se alegraron considerablemente, por fin tendrían su prometido viaje a Roma, y por un evento de suma importancia, aunque no llegaban a entender el porqué de su padre era coronado en Italia y no como su madre en su misma tierra, pero cada persona es un mundo y debían adaptarse a los caprichos de sus progenitores.

A los pocos días todo estaba preparado para que la comitiva real aragonesa marchase de viaje hacía Tarragona, de donde era la Reina por nacimiento como así marca su apellido, de la pequeñita villa cercana de Valls. Volvería a pisar la tierra que por primera vez contemplaron sus ojos cuando la vista se forjó en su vida. Todos los consejeros reales, las damas de la corte, los pajes, guardianes y demás sirvientes esperaban en un patio del Palacio de Aljafería para tomar los carruajes e ir a su destino. El viaje fue bastante largo y cansado, pero sin imprevisto alguno por el camino.

Al llegar, la galera que dispuso el Rey estaba preparada para partir nada más llegaran de tierras valencianas. Mientras para pasar lo más tranquilamente la espera de la llegada de su esposo, la Reina paseaba por la playa, aprovechando el tiempo soleado del día, se descalzó y disfruto al sentir las pequeñas olas llegando a sus pies. No pudo evitar acordarse de su padre y de su tío, del día que tuvo que despedirse de ellos para no volver a ver más a su desaparecido y amado padre. La vida que portaba en su interior parecía notar los sentimientos de su madre, aunque pequeña vida era, ya se hacía de ver en la Reina. Uno de los guardianes se acercó corriendo al resto de la guardia y a la Reina que estaba sumida en sus pensamientos, avisando que el Rey ya había llegado a puerto.

Allí estaba, sus preciosos ojos verde oscuros se clavaron en lo más profundo de su alma y sintió como los colores en su rostro comenzaron a brotar, no pudo hacer más que acercarse a él apresurada y abrazarlo con todo el amor del mundo. Desde su visita a Segorbe tras su coronación que no volvía a verlo. Al menos en el viaje emprendido tendrían un poco más de intimidad y tiempo para ellos solos antes de llegar a Civitavecchia.
_________________
<<Teóloga de la Iglesia Aristotélica, Universal y Romana>>

[Rose_de_anthares]

Después de haber recibido la invitación como parte de la corte de Valencia, otra, más familiar, llegó hasta sus manos. Una carta que era para la familia real.

Tras de un par de días de alistar todo y que su madre de hallara en condiciones de tan largo viaje, estuvieron dispuestos en Castellón para acompañar a su querido Duque.

Un largo viaje hasta Tarragona que le dio tiempo para pensar. En su carruaje y mientras observaba a Philip dormir plácidamente meditó sobre los últimos meses y sus pérdidas. Ya el corazón se sentía sereno, había hallado consuelo y resignación, por ello, agradecía la ayuda de don Tanys y su consejo.
Philip seguía dormido y eso la hacía reír, el paisaje era hermoso y la brisa fresca al momento que se acercaban a su destino. Jamás imaginó llegar a conocer Roma…
Cuando era una niña viajó a muchos sitios diferentes pero jamás a la ciudad santa, como algunos la llamaban. Le hacia mucha ilusión conocerla, además, por el motivo que ahí les congregaba.

La disminución en el ritmo le indicaba que estaban por llegar al puerto en tarragona, su destino, y respiró profundamente muy complacida.

Querido amigo, despierta – y movió a Philip. El viejo dio un salto y se acomodó la ropa – ¿En que puedo ayudarla, alteza?.- respondió exaltado y aún dormido – Nada… - le respondió y soltó una carcajada.

Al descender del carruaje acomodó su vestido y se quitó los guantes. Avanzó y abrazó a su madre quien le sonreía y miró con alegría cómo su Aitite buscaba con la mirada a la Reina de Aragón. Tiempo sin verse, tiempo sin verla, quería tanto ver a Zeian y a Javiera, a ésta última, quién había añorado profundamente su partida desde Aragón cuando debió regresar a Valencia.

Suspiró profundamente dejando que la brisa marina jugara entre sus largos cabellos, sonrió, quería ya abrazarlos a todos.
_________________

¡Gloria eterna a los Héroes y larga vida a los seres anónimos!

[yuste]

Habían partido desde Zaragoza, la comitiva real de la reina de Aragón partiría hasta Tarragona al encuentro con la comitiva real valenciana.

Yuste había preparado no mucho para el viaje, acababa de llegar a Aragón, y algo cansado estaba, pero la idea de encontrarse nuevamente con su padre le emocionaba mucho.

El viaje había sido tranquilo, ligero y sin imprevistos, Yuste había conversado mucho con su madre y hermano, habían reído y entristecido recordando, y ahora pensando en mas tiempos juntos. Ya en Tarragona, la comitiva tenia un espacio de tiempo para descansar hasta la llegada de los de Valencia, Yuste había decidido ir a dar una vuelta a la ciudad junto a Zeian, ambos iban a caballo – yo que pensé tendría unas semanas de descanso al llegar a Aragón, y aquí me tienes, viajando de nuevo, todo sea por volver a las italianas...digo..volver a Italia – le comentaba Yuste a su hermano en medio de risas, de repente un guardia apresurado a caballo venia a alcanzar a los jóvenes infantes, calmo su trote y les hablo – altezas, su majestad, Don Anzo, esta con nosotros – ambos jóvenes se miraron y girando su camino pronto apuraron el galope hasta el encuentro con su padre.

Llegaron hasta el puerto y Yuste observo una escena que termino de conmoverle, después de tanto tiempo, por fin veía a sus padres juntos, que alegría sentía, luego de verles dándose un abrazo desmonto audaz del caballo y con paso apurado avanzo hasta el – padre!, padre! – con una sonrisa se acerco a abrazarle fuertemente – cuanto tiempo, cuantas ganas de veros!– le decía emocionado, luego se alejo un poco y recobrando la compostura le estrecho la mano, le sonrió y le hablo – perdonad la emoción, majestad… - hizo una reverencia y volvio a estrechar su mano.

Luego del encuentro pudo ver entre los viajeros de Valencia a muchos conocidos que seguro saludaría pronto, entre ellos la figura de una mujer vestida de rojo atraía su mirada, de entre todos los personajes era quien mas llamaba su atención, pero de repente la mirada volvía a estar con su padre, ya pronto llegaría el tiempo de saciar curiosidades…
_________________

[lady_Safiro]

Lady_Safiro tenía entre sus manos la invitación a la coronación del Rey de Valencia, la leía una y otra vez , estába realmente feliz de poder asistir , Ioswi que se encontraba en fraga entro a la casa diciendo: He recibido la invitación para la coronación del Rey de Valencia , preparemos todo para asistir Safi , rápidamente Ioswi y Safiro dispusieron todo lo necesario para el viaje , se uniría a la comitiva real en Tarragona . Luego de algunos días de un agotador viaje, llegaron a su destino, Safiro se sentía realmente feliz de volver a reunirse con la familia real.

El carruaje se detuvo. Safiro sentía su corazón latir cada vez más fuerte, Señorita llegamos a Tarragona, dijo el cochero abriendo la puerta, Safiro respiro profundamente y sonriendo contesto, gracias Raimundo fue un buen viaje.

Ioswi descendió del carruaje y extendió su mano para ayudarla a bajar , Safiro lo miro dulcemente y sonrió , tomo la mano de Ioswi y descendió diciendo : gracias Ioswi siempre tu tan atantentó, luego cerró los ojos y respiro la dulce brisa marina de la cuidad, algunos segundos después Safiro busco con la mirada a su familia , vio a Rose su querida sobrina que acababa de llegar y con ella se encontraba Volvoreta su querida hermana a quien desde hace algún tiempo no veía. A lejos se encontraba el carruaje real y frente del se encontraban Sorkunde y Anzo quienes se miraban dulcemente y se fundían en un amoroso abrazo , habían pasado mucho tiempo lejos el uno del otro.

Por algunos minutos se quedo mirando la cuidad, esa hermosa ciudad que siempre la acogió con mucho cariño. Arreglo sus cabellos y con una dulce sonrisa dijo:[ Acerquémonos a saludar Ioswi tengo muchos deseos de abrazar a mí querida familia.
_________________

[ioswi]

Habían salido de fraga rumbo a tarragona junto a Safiro en el carruaje. Ioswi estaba feliz era un momento que pocas veces pudo disfrutar siendo Gobernador. Es que las tareas que le recargaban su día, no dejaban que disfrute de la compañía de su amada por tantas horas en continuado.

El viaje le resulto placentero, aunque en varias piedras del camino y saltos del carruaje, pensaba en el galope suave y dócil de su caballo negro y alto llamado Amaretto. Fue pensando durante el viaje que ir a la coronación del Rey de Valencia era sin dudas un gran placer y orgullo de su calidad de Aragonés. Y su mente transitaba en el hecho que el Rey de Valencia y la Reina de Aragón eran esposos, seria un buen inicio para unificar a pueblos hermanos, aunque bueno era mejor dejar que los acontecimientos se hagan, a pensar en supuestas hipótesis. Al llegar bajo a prisa para extenderle la mano a Safiro y ayudarla a bajar del carruaje.

Luego junto a Safi se acercaron al resto de la comitiva. Ioswi quedo paralizado, inmóvil, absolutamente abrumado por la explosión de sentimientos. Nunca antes había visto el mar, mas que por cuadros u otras imágenes. Creía que la ciudad de Caspe, le daba una idea, de lo que significa la inmensidad del agua. Pero al chocar con esa maravilla que el mundo daba, llamada naturaleza, ningún otro sentido pudo alejarse de esa imagen.

El sonido, la vista, todo quedo sin otra atención. La situación le era abrumadora, Tardo en recordar que solo en su vida una vez había vivido una situación igual. Fue cuando una joven bajo de un carruaje, pero en la ciudad de Zaragoza, Así fue cuando al ver a Safiro, en aquella oportunidad, conoció la dimensión de quedar inmóvil de tanto sentir..

El recordar ese momento, en que conoció a safi, le hizo sacar una gran sonrisa que iba de oreja a oreja. Y solo pudo apretarle la mano con fuerza, ya que ella en ese momento estaba saludando a sus familiares tan queridos.

[Alexanderbv]

El viaje había sido largo y tedioso, con la carga adicional para Alexander de no haber podido disfrutar en demasía de la estancia en valencia, una tierra que tan gratos recuerdos le traía. Además había que añadir a todo lo anterior el embarazo de su esposa, la princesa Volvoreta, que se hallaba ya en estado muy avanzado al juzgar por el abultamiento de sus tripas, así que el viaje no había sido el mejor que había realizado muchacho, pero todas las penas se vieron recompensadas cuando por fin, la familia Berasetegui i Valls se juntó en Tarragona y embarcaron en la galeradel futuro rey de Valencia rumbo a Roma, la sede del Aristotelismo, de la razón y de la Fe.

Aunque la sangre azul fluía de una forma u otra entre todos los presentes, su reencuentro se parecía más al de una familia plebeya que al ideario que se tenía de las forma que debería ostentar la familia real. Cada cual contaba su más preciada anécdota y todos reían y disfrutaban de las historias de cada uno, incluso los marineros amenizaban las veladas con su música y los bailes no se hacían esperar.

Así pues, los días en el barco fueron livianos, el mediterráneo se presentó como un mar calmo y repleto de vida marítima que los viajeros pudieron disfrutar no solo con la vista, sino también con el paladar. Cuando por fin divisaron la noble ciudad de Civitavecchia, los expertos marinos del bajel real se pusieron en marcha para el amarre, una parte del viaje había concluido por fin…
_________________

[Gominola]

Cuando recibió la invitación para la coronación no podía creerlo. Un viaje a Roma. Estaba feliz de poder asistir. - ¿Es verdad madrina? ¿Viajaremos a Roma?. Sin esperar la respuesta de Volvoreta se volvió y releyó la invitación.

El viaje fue largo y emocionante, nunca antes habia viajado en barco. Sólo una cosa la entristecía, el haber dejado atrás por unos días a su amado Cristofol.

Al llegar a Civitavecchia encontró caras conocidas, todos se saludaron. Pero especialmente se alegró al reencontrarse con la familia, aquellos a los que hacía tanto tiempo que no veía

[Volvoreta]

Después del reencuentro familiar, todos habían subido al barco que esperaba anclado en puerto, la travesía fue mejor de lo esperado debido a su avanzado estado, sentía como el pequeño se movía en su vientre, sin duda ya tenía ganas reunirse con sus hermanos

Alexander la llenaba de mimos y de cuidados al igual que Sorkunde y Anzo, decidieron quedarse en cubierta, disfrutando del viaje por alta mar hasta que nos fuimos a descansar
Al amanecer se podía divisar desde la galera nuevo puerto Civitaveccia así se hacía llamar

Al llegar al muelle se divisaban los carruajes preparados para la comitiva real, así como más guardianes pero esta vez de la guardia episcopal del lugar

¿Dónde nos alojaremos? –Pregunté

Mi amada, el bueno del Cardenal, ya sabéis, el amigo de nuestros padres, Monseñor Tanys, nos ha dispuesto junto a sus hermanos de su orden donde alojarnos, no os preocupéis por nada, junto a mi siempre estaréis a salvo

[Anzo]

El viaje se estaba haciendo ameno, tenían tantas cosas de que hablar y tan poco tiempo, quería aprovechar el tiempo que pasara junto a su familia, disfrutar hasta el último instante con ellos, una vez abandonaran la capital del aristotelismo sus caminos se volverían a separar hasta Dios sabe cuándo, ojalá fuera pronto...

Pero no perdería aquellos preciados momentos divagando sobre su futuro, ¡no! Su mujer, sus hijos, nietos, sus respectivos, todos unidos. Había compartido gratos momentos con sus hijos, charlando sobre sus vivencias, sus amores y lances, tuvo oportunidad de profundizar con quienes sólo por nombre conocía, estuvo con sus queridos nietos y les contó algunas anécdotas y, finalmente, vio a alguien al girar la cabeza en el lecho. No dormiría solo, y su compañía le tranquilizaba. Sus ojos se cerraron, se hizo la oscuridad, el hombre aquella noche durmió plácidamente, con una sonrisa dibujada en su rostro.

Por fin Roma, la Ciudad Eterna.

El camino hasta el hostal de San Arnvald se hizo breve, el Cardenal Tanys tuvo a bien disponer para ellos unas habitaciones. El matrimonio solicitó que la suya fuera sobria, aquella noche la dedicarían a la oración y a la reflexión. Ya en sus dependencias miró con ternura a su esposa y besó sus finos labios. No había probado bocado, y tampoco tenía necesidad de ello, se sentía satisfecho.

[Linwen]

El viaje desde Segorbe se le había hecho raro. Viajar con su señora Volvo ya no era raro para ella, pero estar en la reunión de toda la familia real sí. La reunión en Tarragona, viendo a tanta gente querida por ella, el reencuentro de tantos conocidos y la espectativa de la coronación de Don Anzo, todo eso hacía que se sintiera como en un momento casi irreal, parecía un sueño extraño y hermoso.

El viaje en barco era otra cosa también insólita... nada parecido a la barca para pescar en el lago, o cerca de la costa. Hasta se podía dormir en ese barco!

Esperaba ansiosa la llegada a suelo Romano...

[sorkunde]

Tras el cariñoso saludo otorgado a su esposo, la Reina saludó uno a uno de los presentes de la comitiva valenciana, en especial a su Alexánder, a su esposa portadora de la vida de su próximo nieto, y a sus pequeñitos niños que pidieron los brazos de su abuela nada más la vieron, a los cuales llenó de mimos durante todo el trayecto por el mar. Al ver a Rose se le abrazó con fuerza, sabía todo lo que había sufrido su corazón y se apenaba de no haber podido acompañarla en esos momentos tan duros, pero allí estaba ella, de nuevo volvió a sonreír aunque fuesen por unos días que estuviera junto a su familia.

Se sentía dichosa, como cuando se encontraban todos juntos en el Castillo de la Estrella, en el Ducado de Segorbe, cuando Yuste, Zeian y Alicea tan solo eran unos niños. Recuerdos felices sobretodo para ellos. Bailaron, cantaron, charlaron, rieron, en fin, se divirtieron, vivieron el momento como si jamás fuese a terminar, como si nunca más se fuesen a separar, pero sus destinos no eran esos, así que mejor al menos por unos días los dejaron atrás.

Cuando la noche cayó sobre ellos, el cansancio se hizo notar, y al llegar a la alcoba que al matrimonio utilizaría de la galera no pudo más que sentirse extraña, después de tanto tiempo compartiendo su lecho con las almohadas que cuidadosamente colocaban sus damas para adoptar la mejor postura para descansar su dolorida espalda como le había recomendado el médico de la corte...Vio a su esposo que se había adelantado a ella, al menos por esa noche no volvería a dormir sola. El sueño se apoderó de la Reina mientras contemplaba dulcemente el rostro de su amado y pudo disfrutar de su abrazo marital por unas horas.

Tras el largo día siguiente de viaje en los carruajes preparados para la comitiva real al llegar a Italia, cuando pisaron por fin Roma, al llegar a las instalaciones que la orden del Cardenal tenían en la emblemática y maravillosa villa, todos ocuparon sus respectivas habitaciones para prepararse para la cena, menos los Reyes, que harían ayuno desde ese momento hasta terminar la ceremonia de coronación. Los rezos al Altísimo y a todos los santos serían el pan del matrimonio, que en solemne intimidad compartirían toda la santa noche en vela. Y aquel beso marcó el comienzo de su pronta despedida nuevamente...

¿Estáis bien esposo mío? Mirad...Os traje este rosario, esta hecho con pétalos de rosas. Recuerdo cuando era pequeña, mi abuela la de Navarra, en su última visita a Valencia me lo regaló, desde entonces lo he tenido bien guardado y en muy pocas ocasiones lo he utilizado. Ya sabéis como soy con mis reliquias familiares. Es el mismo que utilicé en mi coronación amado mío. Y ahora quiero que este en vuestras manos.-Dijo la mujer al hombre a la par que tomaba una de sus manos y le depositaba aquel recuerdo tan preciado para ella, cerrándosela y otorgándole un dulce beso al anillo de su Rey.-Para siempre, ya lo sabéis.
_________________
<<Teóloga de la Iglesia Aristotélica, Universal y Romana>>

[Anzo]

Mi señora -dijo sonriendo-, no podría estar mejor.

Aquella noche la pasarían juntos, meditando, sin otra compañía que la suya. Infinidad de pensamientos acudieron a él. ¿Por qué no aprovechar aquel momento de soledad y expresar su amor en el lecho? Tiempo hacía que no lo visitaban, y como cualquier matrimonio tenían sus necesidades. Pero no era el momento, aunque sí el lugar, que se le antojaba de lo más apropiado: sobrio, con una tenue luz, sin ornamento alguno y con una cama, un escritorio y un par de taburetes como único mobiliario. No tendrían otra distracción, pero se entregarían a la oración y no a la pasión.

Entonces sintió las manos de su mujer tocando las suyas, dejó en ellas un rosario. Un torrente de sentimientos le invadieron, el deseo de acariciar cada palmo de su piel se apoderó de él, se erizó su vello, era algo más propio de un joven imberbe que de un hombre de su edad, supo contenerse, apeló a la razón, ella estaba encinta y él tenía el deber de rezar y dedicar sus plegarias al Todopoderoso. "Dios debe estar poniéndome a prueba", pensó.

Sorkunde cerró su mano. Había depositado una reliquia con un gran valor sentimental para ella. Apretó el puño y lo llevó a su corazón, guardaría lo que para cualquier otro podría ser una mera fruslería como un tesoro. Su esposa era más valiosa que el más grande de los caudales, no tenía precio, a diario dirigía al Señor ruegos por su familia para que les cuidara y guiara por el buen camino, no sería menos esa noche.

Besó la mano de su compañera, cuántas vivencias juntos, recordó aquellos tiempos en los que vivía con humildad en Lleida, regentando una taberna, y entonces pudo verla. ¡Una bendición, sin duda! Largo fue el cortejo, la dama se hizo de rogar, pero valió la pena la larga espera, qué habría sido de él si no hubiera insistido tanto. No quiso profundizar en aquella hipótesis, seguro que desgraciado, así que continuó memorando sus experiencias. Contrajeron matrimonio en la catedral de la ciudad, jamás olvidaría aquel día, marcó un antes y un después en sus vidas.

Tuvieron varios hijos, el orgullo de su padre, el amor de su madre, ya no eran zagales, comenzaban su andadura, abandonaban el nido, les veía partir, pero les seguía sintiendo a su vera. ¡Y qué decir de sus nietos! Por todos ellos dirigió una súplica al Altísimo. Se estaba haciendo viejo, ya no era el que otrora, aunque tuvo su recompensa. Si bien los años mermaban sus huesos, le permitieron con su paso adquirir conocimientos y sabiduría, tal y como era natural. "Que Dios me permita gozar unos años más de mi gente".

No pudo dejar de recordar a cuantos amigos partieron, y también a los que aún quedaban. En su futuro, en cuanto le depararía la Providencia a partir del día siguiente, del trono y sus responsabilidades, "Señor, ayúdame en mi tarea y permíteme gobernar con justicia y sabiduría". Mucho iba a cambiar, pensando en todo ello quedó junto a su mujer, con ambas rodillas hincadas en el suelo, como correspondía, hasta que los primeros rayos del alba hicieron acto de presencia en la habitación.

Se levantó, sopló el fuego de las velas, extinguiéndolo, y besó la frente de su amada, a la que dirigió una espléndida sonrisa. Llamó a Agustí, el anciano secretario, para comprobar que todo estuviera dispuesto, además debía vestirse y asearse, una coronación le aguardaba. Tardó, pero tuvo como consuelo que su mujer aún precisaría de más tiempo, permitiéndole confesarse, como era menester, antes de la ceremonia. Vestido de blanco abandonó el hostal y subió a su carruaje, que le dejó junto a la basílica.

"Magnífica", Roma no dejaba de sorprenderle. El trasiego de gente le indicaba que los invitados no tardarían mucho en estar acomodados en el interior del edificio, así que entró por una puerta lateral sin más prolegómenos, no les haría esperar más que lo que la cortesía marcaba como correcto. El Cardenal le estaba esperando en una capilla apartada de la nave central. Se acercó a él, besó su anillo y sonrió.

Eminencia, os agradezco vuestra atención. Ahora, si no tenéis inconveniente, os ruego que me oigáis en confesión.

Sintió ser tan parco en palabras, pero supuso que el prelado comprendería su premura, el bullicio podía sentirse, aunque lejano.

[Tanys]

Aquellas últimas semanas de retiro en la Ciudad Eterna donde la vida transcurría plácidamente habían sido un bálsamo para su maltrecha salud. Había dejado de llevar todo el peso de la Iglesia Hispánica para poder convertirse de nuevo en un sacerdote más, pero sus cargos de cardenal y embajador apostólico tenían en Roma mucha más importancia que en cualquier otro sitio y lo habían hecho imposible. La mayor parte de su tiempo transcurría con visitas a Congregaciones y altos prelados. Unos días acudía a ver a la Cardenal Condestable, Monseñor Ingeburge, para hablar sobre el reconocimiento de algunas Ordenes que aspiraban a ser Ordenes Militares Religiosas, otros a Monseñor Cyril Kad d'Azayes, prefecto de la Guardía Episcopal y Gran Inquisidor para tratar sobre la implantación de estas instituciones en los territorios hispánicos, aunque la mayor parte del tiempo la pasaba en compañía de los hermanos cistercienses hablando sobre la reforma de los Seminarios o revisando los trabajos en Villa San Loyats. Sin embargo, la intensa actividad de esos días resultaba apacible y llevadera gracias a la influencia y religiosidad que se respiraba en la Ciudad Santa.

En aquel momento vio llegar al duque. Don Anzo se mostraba aparentemente tan seguro y controlado como siempre, pero sin duda en su interior no podía dejar de sentir la importancia de aquel día.

Eminencia, os agradezco vuestra atención. Ahora, si no tenéis inconveniente, os ruego que me oigáis en confesión.

Tanys asintió y a su mente acudieron fugaces recuerdos de otra confesión, no mucho tiempo atrás, en la que despejo sus dudas sobre la legitimidad de la coronación de la duquesa Sorkunde. En este caso toda duda había sido disipada previamente y quizás por ello el ambiente fue mucho más relajado, al menos para él. El sacerdote confeso al Fiel y lo absolvió... para ver partir de nuevo al duque que muy poco tiempo después se convertiría en monarca
_________________

[Dunpeal]