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[Dogma] Arcángel San Silfaël (el Placer)

 
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Silencioso



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MessagePosté le: Mer Mar 16, 2011 9:46 pm    Sujet du message: [Dogma] Arcángel San Silfaël (el Placer) Répondre en citant

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Hagiografía del Arcángel San Silfaël


El rodillo de este manuscrito fue encontrado más allá de la gran planicie en una de las cuevas antiguas del Mogao de Dunhuang y entregado por el hermano Guillermo de Rubrouck aquí hace doscientos años.

Yo, Nemrod Aggadoth, que fui testigo de la caída de Oanilonia por castigo divino y debo mi vida salvada al deber que me otorgó el Altísimo de transmitirles este testimonio a las futuras generaciones, narraré en el final de mi vida y a la posteridad humana, la historia detallada sobre lo que vi allí.

El increíble destino de Silfaël de Hédon

En los tiempos turbios de la Ciudad vivía un muchacho llamado Silfaël de Hédon. Sabía destacar en la sociedad, tenía talento para todas las artes, pero lo que su gente cercana admiraba era su capacidad extraordinaria de disfrutar cada instante de la vida.
Nos lo cruzábamos frecuentemente en compañía de dos compañeros de taberna, Colomba la Radiante y Lúcifer el Ciclotímico. Mientras que éste último se embriagaba excesivamente hasta volverse violento poco antes del coma etílico (dando lugar a la expresión célebre «cuando Lúcifer bebe, Colomba apoquina»). Silfaël, rey de las noches de Oanilonia, probaba todos los vinos y luego se iba ligeramente titubeante a dar su concierto de lira en provecho de la asociación «sabiduría acumulada de Oane». Se veían las antorchas de sus aduladores emocionados enviarle derecho al firmamento.

A menudo, el día siguiente con la aurora y después de que hubiera encontrado nuevas fuentes de delicias estudiando con Colomba, no era raro ver a Silfaël preparar una infusión para la cabecera de Lúcifer con aspecto ruinoso, nauseabundo y pálido. « ¡Confundes disfrute y felicidad, mi pobre Luci! » le sermoneaba Silfaël mientras que su amigo se preparaba para un día de mortificaciones y de penas de cualquier tipo género porque era como una veleta loca. Lúcifer el versátil no dejaba de pasar de un estado de sed de placer extremo a quedarse rendido, culpable y deprimente « y así experimentarás muy duramente tu cuerpo por privaciones incesantes, de eternos excesos ».

Un tiempo más tarde, Colomba, cediendo al carisma devastador de Silfaël el voluptuoso, se casó con él. Sin embargo, a pesar de su felicidad, ambos jóvenes se inquietaban con su amigo insolente, que como muchos otros habitantes de Oanilonia, se hundía cada día más en un abismo sin fondo, mezclando la práctica de costumbres inquietantes y sexuales por la noche y, formulando oraciones extrañas en el día, prostrado y desnudo, en la cumbre de una columna bajo el ojo benévolo de la Criatura sin Nombre.
Ésta obraba en lo sucesivo por todas partes en la ciudad, salía de la penumbra, presentía a sus presas entre los escombros cada vez más numerosos bajo los golpes violentos de la cólera de Dios porque la hora del castigo había comenzado.


La rebelión de los corruptos

La Criatura sin Nombre había encontrado fácilmente a sus esbirros entre los seres más viciosos de la Ciudad, en total siete de los cuales Lúcifer el Ciclotímico y sus representantes difundían sus malos pensamientos con desconcertante facilidad, instruyendo en los espíritus extraviados, mediante el miedo, oscuras ideas tales como: «Dios creó a los ricos para darles a los pobres el paraíso en espectáculo», «Los humanos recuperarán sus bienes si no tienen ninguna duda de la debilidad de Dios», «La eternidad es larga, sobre todo hacia el final». Hasta que la cólera bien avivada desencadenó en una matanza.

Una mañana nos encontrábamos destripados entre los escombros y entre muchos otros, el cuerpo de Colomba. Por primera vez vi a Silfaël desmoronarse al tiempo que se derrumbaba la ciudad.


La Tentación

Dos días más tarde mientras que la Ciudad en ruinas se abandonaba por sus habitantes, ví a Silfaël correr en dirección a un callejón. Su cara estaba pálida. Él me contó esta historia:

« Esta noche me desperté precipitadamente, sintiendo bajo mi sábana la presencia de una forma: ésta parecía pasar a mi lado y luego enrollarse alrededor de mis piernas hasta que me abrazó completamente. Fui tomado por una angustia oprimente, sin embargo, creía reconocer en esta forma el cuerpo de Colomba, mi esposa difunta y al mismo tiempo por el terror que poco a poco me invadía. Fui invadido por una sensación de inmensa ternura al respecto, pero sabía que era imposible y este sentimiento cedía a una impresión de culpa y un dolor irreprimible.

De repente comprendí que estaba preso de un maleficio extraordinario y que debía luchar con todas mis fuerzas para no ceder a esta cosa abominable. Sin duda, paralizado por un miedo intenso, yo tenía muchas dificultades para moverme y la cosa me encarcelaba como un torno. Después de un segundo interminable llegué a alcanzar la lámpara de aceite (tenía el pensamiento único de hacer luz para afrontar este presentimiento) pero la llama no se encendió. Entonces, cediendo al pánico, yo resistía con la energía de la desesperación porque esta vez iba a morir y no dejaba de gritar «vete» en una letanía ininterrumpida y a la fuerza cada vez más maléfica de la que era víctima. Mi pulso estaba a cien, mi corazón palpitaba tan rápidamente que él iba a explotar, la cosa aflojó su abrazo, luego no sentí nada más. Encendí la lámpara y esta vez, de manera extraña, se hizo la luz.

El resto de noche medité sobre esta tentativa de posesión de la Innombrable Criatura y el estado de acedia que estuvo a punto de matarme cuando estaba petrificado por la angustia.
Debemos aceptar la furia del Dios a esta ciudad. Nos está bien merecido porque la condenamos a la destrucción, voy reunir aquí el grupo de virtuosos.
»

"Perdóname, amigo" le dije "pero, ¿cómo esperas encarnar una virtud cuya existencia está totalmente consagrada a los placeres?"

Él respondió "¡Porque esta virtud es el mismo placer! Dios nos dio los sentidos para disfrutar y porque el amor de la vida está en el Amor"

Sin retrasarse, se fue a rezar para salvar el mundo en compañía de los Virtuosos reunidos en la séptima Puerta.
La ciudad de Oanilonia, edificada en forma de esfera tenía ocho puertas correspondientes a las subdivisiones cardinales y la puerta Oeste era la séptima. Observé a Silfaël alejarse hacia el ocaso, esta fue la última vez que lo vi.
Con mucha cobardía, yo dejaba la ciudad precipitadamente sin armas ni equipaje, antes del último desastre. Así se fueron quedando siete virtuosos frente a siete corruptos.

Entre los compañeros que huida que yo me encontré más tarde, algunos habían observado de lejos el cataclismo final, el hundimiento de la Ciudad y sus testimonios concordaban también en este punto: siete siluetas habían sido vistas elevándose hacia el Sol por haces ardientes.
Estuve feliz al pensar que era el destino final de Silfaël, porque toda su vida había sido brillante.
En el último aliento de mi vida, empiezo a hacer bocetos que intentan deprisa transmitir memorias visuales de la gran Ciudad de Oanilonia al mundo de los supervivientes. Pueda la humanidad siempre acordarse del ejemplo de los virtuosos y del castigo de los orgullosos.
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