L'Eglise Aristotelicienne Romaine The Roman and Aristotelic Church

[Nicolino]

El Sol invernal brillaba distante aquel veinte de Enero del año 1460. El cielo se hallaba despejado, y parecía un macizo manto azul sobre las cabezas del pueblo de la ciudad de Roma, alcanzado solo por el humo de las chimeneas de las casas de los alrededores y las cúpulas de las basílicas e iglesias mayores. Aquella ciudad haía progresado mucho desde la vuelta del papado a sus Palacios Vaticanos, y la prosperidad era tangible. Se oían a los niños correr por las callejuelas, y el incesante murmullo de las plazas y los mercados. Se hallaba singularmente animada, y sus fríos templos de mármol habían sido invadidos por limosneros y gentes de los pueblos circundantes que tras malas cosechas se refugiaba del frío. Además, decían que las gentes que peregrinaban a Roma se hallaban extremadamente generosos aquellos días, con motivo de la Navidad y el nuevo año, así como por las indulgencias del Papa, siendo aún reciente el recuerdo del último Cónclave (acontecimiento que no todos podían ver más de una vez en la vida) y decían aún no terminaba de asentarse en el Santo Trono.

Pero algo más allá de los grandes altares, los imponentes palacios y las estatuas de los maestros escultores, se celebraba un acontecimiento diferente: sí, allí en Roma, más precisamente en la Isla Tiberina, tendría lugar una boda que uniría una Berasategui con un Borgia. El astro rey asomaba, y el novio daba órdenes tajantes a un par de siervos de su Casa, para que terminaran los arreglos florales de la plaza adoquinada frente a Basílica que presenciaría la ceremonia. Era una verdadera suerte para ellos haber encontrado el suficiente personal doméstico en el Palacete de su familia en Roma para que se ocuparan de la correspondiente decoración, que cuando hubo estado terminada evocaba opulencia: no se había dejado espacio especialmente vacío. Sinfín de flores y ramos de distintos tipos en la diversidad mas absoluta pero todas en blanco y rosa se entrelazaban entre sí, cubriendo bancos, enrollándose en las columnas de la nave principal y en el altar, visible desde la pesaba puerta de roble ahora entreabierta. Los bancos habían sido pulidos, y despedían un brillo casi ambarino.

El de Xàtiva dirigió una última mirada hacia el interior del lugar, y se dio por satisfecho, dirigiendole un par de palabras de apremio a quienes habían sido autores de aquello:

-Es perfecto. Ya me encargaré de que recibáis una justa retribución por los servicios prestados.

Y aunque él no fuera a estar allí para cuando la gente comenzara a llegar pues aún tenía que vestirse y demás, mientras las puertas estuvieran cerradas aquella plaza y el atrio de la Basílica serían el lugar donde se reunirían los invitados hasta que llegara el mediodía y comenzara la ceremonia.
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A schism? Just try it. I will strip you of all you have...

[Eduardo_de_laguna]

Roma era un nido de espías de callejón. Había circulado el rumor de un acontecimiento en la isla Tiberina que atraería a gentes de bolsa pesada, así que hacia ella se dirigieron pícaros, tullidos, pobres y mujeres de escasa honra. Pese al empeño de los jinetes de la guardia en abrir paso al carruaje del cardenal, una masa de lamentos, peticiones y manos extendidas sepultaba la entrada al viejo puente Fabricio.

-¡Un cardenal!-exclamó un viejo desdentado de arrugas tiznadas.

La multitud rodeó el carruaje hasta obligar al cochero a tirar de las riendas. Todos pedían piedad en forma de monedas. Los más respetuosos se arrodillaban, los más desvergonzados saltaban sobre los anteriores. El barullo hacía ininteligibles las palabras, mas los gestos eran suficientemente ilustrativos. Cualquiera de los allí presentes parecía dispuesto a matar a su vecino de miserias por una bolsa con denarios.

Del ventanuco de la carroza emergió una mano enguantada en púrpura que, con repetido ademán, reclamaba silencio. Poco después comenzaron a volar en todas direcciones pequeños sacos abiertos. Las monedas llovían sobre las piojosas testas, se colaban entre las piernas de los pedidores, rodaban sin rumbo fijo. Algunas caían al Tíber seguidas de hombres a los que bien les hacía el contacto con el agua. La dispersión fue aprovechada por la guardia que flanqueó el vehículo hasta el otro extremo del puente.

La isla Tiberina, bien custodiada, parecía ajena a la plebe indigente que la rodeaba. El santuario se alzaba en el centro del lugar, con sus puertas mal cerradas. De Laguna descendió del carruaje y ascendió la escalinata que llevaba al pórtico. Empujó levemente una de las chirriantes puertas y accedió al templo. Tras persignarse, avanzó por la nave central, observando las flores y las decoraciones, muy en concordancia con el estilo del novio. Algunos criados ultimaban los detalles. Ocupó el sitial que le era reservado y comenzó a orar para que sus monedas no fuesen despilfarradas en jarras de vino y entrepiernas de romanas.
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[Ilionm]

El viaje había sido cansado; el barco no había parado de moverse y aunque aquello no le mareaba en exceso tampoco era lo más agradable para el embajador. Había preferido la ruta marítima antes que atravesar mil valles y montañas y tener que cruzar territorios desconocidos cuyas gentes tal vez no fuesen tan horradas como pareciesen. Además así aprovechaba y a la vez que embarcaba en el puerto barcelonés hacia una visita extraoficial a diversos amigos que se había forjado durante sus estancias en el Principat.

Le dolían las ancas. Aquel maldito caballo italiano... Tal vez demasiado engalonado, opinaba Ilionm; pero su anfitrión, un no muy destacado conde de alguno de los mil territorios y feudos en lo que estaba partida aquella Península itálica, había insistido casi de forma impertinente en que un embajador merecía ser reconocido a la primera.
Su pobre caballo, lejano ahora, se había obstinado en no subir a la coca mercante que hasta allí les llevaría; aquel suelo de madera que no paraba de mercerse de un lado a otro no debía ofrecerle demasiada confianza al equino.

La pequeña comitiva avanzaba por las embarradas calles de la Ciudad Eterna. A los lados el embajador, flaqueado por su escolta y acompañado por su dama, veía moribundos mendigos tirados en el suelo, como si hubiesen sido arrojados por la lejana mano del Altísismo, que desde luego les había abandonado. Ilionm negó sutilmente con la cabeza.

Cuando se disponían a comenzar a cruzar el puenteque sobre el Tíber les llevaría a la isla, Ilionm atinó a escuchar lo que parecía una algarada. Luego resultaron ser decenas de pobres y muertos de hambre que, atraidos como moscas a la miel por la opulencia de alguno de los invitados, se habían lanzado hacia él en un intento desesperado de ganarse el pan diario.

Llegaron tras el cardenal a la plaza, ricamente decorada y cuya arquitectura fascinó al embajador que pensaba haber visto ya todo lo bello de aquella ciudad. Descendio del caballo y ayudó a su dama a hacer lo propio. Ignorando bien dónde debían sentarse aguardaron a que algún responsable de aquel evento se lo indicara.

[Asdrubal1]

El de Caspe avanzaba frenético por las calles de Roma, seguido por un tambíen raudo Druso;

-No me decías que te conocías Roma como la palma de tu mano? Maldito italiano, ya nos has perdido tres veces, y por tu culpa he tenido que manchar mi espada por Christos!

El italiano tenía ganas de protestar pero lo hizo sutilmente;

-Pido disculpas por mi torpeza a la hora de guiarnos a la boda, más me temo que no habría ocurrido tamaño disparate por mi parte si vos no hubíerais decidido iros a la izquierda cuando yo decía derecha...

Asdrubal ahogó las palabras del de la Vigna con unos aspavientos, no le gustaba que le recordaran sus errores, la cuestión es que se habían topado con más de un ladronzuelo, Roma estaba plagada de mendigos!! Que le costaría a la Guardia de Roma entrar a saco y quitar de en medio a tamaños granujas.

-Lo que faltaba por Aristóteles!! Quien ha sido el iluminado que ha decidido desperdigar semejante fortuna por las calles de Roma!! Mira Druso como está el suelo! Esta lleno de monedas y estas pobres gentes van a coger dolor de espalda con tanto barullo, por Aristóteles, Christos y todos los Santos, no nos dejan pasar!! No queda otra que abrirnos paso entre las mesnadas de infieles.

El de la Barca dramatizó el final de sus palabras, como tal era su estilo, pero no engañaba, pues Druso hizo a un lado la capa descubriendo su espada, que rauda voló a su mano y empujando y atropellando avanzaron entre la multitud.

Tras sortear a los mendigos, dejando a algunos rabiosos, dedicando varios pensamientos a la familia del caspolino, y a otros corriendole líquido biscoso y rojo escarlata por la barriga, llegaron a la plaza.

Tras llegar vió a dos personas, uno por sus vestiduras sin duda alguna era Cardenal al otro no lo conocía, les dedicó un escueto saludo;

-Excelencias.
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[Ignius]

El Abad recibió con sorpresa lamisiva del Borja. Parecía que otra pareja más se uniria en santo matrimonio para, así, materializar el amor que se sentían el uno por el otro y dar sentido a su vida humana.

Recién entrado en la Ciudad Eterna, dirigió a Foc, el guzmán que había adquirido al ser nombrado abad, en dirección a la isla tiberina. Allí dónde antaño se había levantado un batiburrillo los templos paganos en honor a Esculapio, Fauno, a Júpiter Iurarius, a Véjove o a Belona ahora se levantaba un sólo templo al Único, al Verdadero.

El Abad dió descavalgó de Foc y le dió las riendas a uno de los siervos Borja que había por ahí. Subió la escalinata del temploy, una vez dentró avanzó unos pasos antes de hacer una genuflexión y persignarse. Hecho esto se fijó en quién había en la sala: alguién que no conocía, un burgués caspolino y un cardenal. Tras hacer una pequeña reverencia ante el desconocido, se dirigió hacia el cardenal, qué reconoció como Eduardo de Laguna.

-Eminencia...-musitó mientras le besaba el anillo cardenalicio-. Es un placer veros.

Tras hacer una leve reverencia, se dirigió al caspolino, a quién conocía más.

-Asdrubal, hijo- dijo, con alegría-. Que placer veros de nuevo. ¿Decidme, cómo os va todo? ¿Sigue en pie la intención de ingresar como oblato tomista en la Abadía?
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[Ilionm]

Ilionm se volvió ante el saludo del recién llegado y devolviédole el saludo lo acompañó con una reverencia descubriéndose la cabeza.

-Excelencia. Creo no tener el gusto de conocerle. Mi nombre es Ilionm de Játiva y Esteban, embajador del Reino de Valencia en el Principat de Catalunya. es un honor conoceros.- Y de nuevo se inclinó ligeramente al terminar su presentación

[Ignius]

-Es un placer, Excelencia. Soy Monseñor Ignius de Muntaner, Prefecto de la Villa San Loyats, Viceprefecto Hispánico de la Bibliomélie, Abad de San Abysmo de Ripoll y Párroco de Puigcerdà. El honor es mío- dijo con una sonrisa.
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[Asdrubal1]

El Caspolino se volvió a saludar al Abad sonriendo le dijo;

-Todo va bien, todo lo bien que puede ir un invierno claro está, pero sí, todo perfecto; contestando a vuestra pregunta sí, sigue en pie, de hecho todavía estoy esperando que me habiseis para empezar el seminario.

Terminó la frase riendo, tras acabar de saludar al Abad se volvió hacia quien se había presentado como Embajador Valenciano;

-Un placer conoceros Embajador, me llamo Asdrubal de la Barca y Lancaster, Consejero del Ducado de Caspe.
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[Ilionm]

-¡Ah! Ciudadano del Principat pues. No he tenido el gusto de conocerle aún desde mi cargo; lo cierto es que espero pronto realizar un viaje a vuestras tierras y recorrer algunos pueblos a fin de poder estrechar aún más las relaciones, que poco a poco, prosperan entre nuestros países. Pero no se lo digáis a mi prometida; es aquella dama de allí. Aún no se lo he dicho, y a saber qué dirá cuando se entere que se lo he dicho a alguien antes que a ella. -Y rió brevemente.

[Goz]

Goz llega a Roma tras un viaje tortuoso. "El barco mas barato de todos" no es un buen criterio para elegir medio de transporte. Y la noche no ha sido mejor. La habitación de la fonda no se podía cerrar, así que a dormir con un ojo abierto. En fin, todo eso ahora quedaba atrás. ROMA. Pasear por sus calles era como vivir en un sueño. Aunque el sueño acabó en pesadilla. Casi llegando al lugar de la ceremonia, de pronto se ve arrastrado por una marabunta de gente que se agolpa alrededor de un carro.

Goz intenta salir, pero es imposible, es la gente de su alrededor quien decide donde quiere estar. De pronto, monedas salen disparadas del carro, y empieza la locura. La gente grita, se empujan, se tiran al rio. La gente se dispersa, y Goz aprovecha el momento para correr aprovechando el hueco que va dejando el carro tras de si, cuando de pronto unos hombres armados a caballo, rodean al carro, y le dan un empujón para que se aparte, y casi cae al rio.

Tras esto, y mientras se sacude el polvo, aparece un tipo espada en mano empujando a la gente para hacerse paso "¿En serio? ¿Que locura es esta, donde me estoy metiendo?" Goz se hace a un lado para dejarle pasar. De nuevo puede ponerse en camino.

Una vez llega a la plaza la visión es imponente. Observa a un grupo de personas que parecen estar esperando a que empiece la ceremonia. Se acerca a ellos. "Salud, parece que vienen al enlace. Me presento, soy Goz, trovador de líricas perdidas" Hace una leve reverencia. "Esperemos tener una ceremonia tranquila, la ciudad parece loca" Goz reconoce la hombre que ha pasado con la espada por la calle.
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[kolme]

Aburrido Andreu observaba el paisaje. Muchas horas de travesía. La última vez que fue hasta allí fue para asistir al funeral de Rogelio. Y había llovido desde entonces...

En concreto, los 3 días anteriores, había llovido como nunca. El camino embarrado obligaba a apearse del trasporte cada pocas leguas para desatrancar las ruedas que quedaban cubiertas y atrapadas por el lodazal.

La invitación había sido doblada y desdoblada muchas veces a lo largo del viaje, pero aún se podía leer perfectamente.

- Nicolino, Nicolino...

Personaje peculiar donde los haya. Andreu se sonrió, recordando tiempos pasados al lado del Prefecto adjunto de la Guardia Episcopal. Se merecía encontrar a alguien con quien compartir su vida.

Finalmente, Roma se divisaba en la lejanía.



Cuando llegaron, arregló los asuntos con el cochero, dejó sus pertenencias en la posada que había reservado y se acercó hasta el templo directamente. Por el camino vio muchas caras conocidas (bien curas, bien pobres, o ambas). Finalmente, se acercó al valenciano de rojo.


Feliz año, Menseñor. Me alegro de verle. Veo que ha llegado de los primeros.
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En memoria de Fray Tanys Stewart.

Ex - Sagristà d'Urgell - Vidu

[Rose_de_anthares]

Como su labor no era la de traer precisamente a la novia, prefirió a pesar de los ruegos de su hija, adelantarse a la recepción de los invitados. Necesitaba aire, el viaje habia sido demasiado agotador para ella y más el dedicar todo el merecido tiempo que Ederne requeria. Asi pues, habiendo cumplido su labor, la de Pern fue directamente hasta dónde sería la ceremonia.

El carruaje era custodiado por el doble de guardia, entre ellos su capitán. Las ordenes del duque desde que había sufrido aquel atentado contra su vida, lo había ordenado así. Lo malo era que no pasaría desapercibida, con las senyeras valencianas, los estandartes de Benicarló y Morella flameando por doquier.

A penas los caballos relincharon al deterse, su capitán abrió la puerta. Venía acompañada de María y su hijo más jóven, Johan, quién tenía ya la edad de tres años. Jugó un momento con sus manos mientras se observaba a sí misma y luego alzó la mirada para ver quienes ya estaban esperando el inicio de la ceremonia.

Puedo ver a varios conocidos y a otros no tanto, el Marqués había hecho ingreso por lo que no sabría si podría saludarle antes del inicio de la ceremonia.
Se presentó frente de quienes habían llegado y les saludó - Excelencias, señorías. Os agradezco en nombre de mi familia vuestra asistencia a este día tan feliz, si alguno de vosotros no me conocéis quizás aquello no sea del todo malo - sonrió - de todas formas me presentaré, Doña Rose de Pern y Berasategui, Duquesa de Benicarló y Condesa de Morella. Orgullosa madre de la novia - volvió a sonreir nuevamente, demostrando su felicidad por aquel glorioso día.
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¡Gloria eterna a los Héroes y larga vida a los seres anónimos!

[Astaroth_14]

Roma. Ciudad Eterna.

La comitiva castellano-leonesa se había puesto en marcha días atrás. A pesar de que, por su naturaleza, la velocidad no era excesiva, se desplazaron a buen ritmo hacia el sureste. Desfiló el oro del sur de aquella Corona ante sus ojos, hasta que una tarde se materializó ante ellos el objeto de su viaje: Cartagena. Esperaban ya las naves que habrían de embarcar la comitiva castellana hasta Ostia, puerto de Roma desde tiempos inmemoriales. El Mediterraneo decidió comportarse con educación hacia las naves que portaban la enseña de plata y gules, que arribaron sin novedad a la península itálica, donde volvieron a tomar camino hasta la ciudad de los pontífices.

El viaje había supuesto un auténtico suplicio para el joven Marqués. El Rey había decidido que Blanche y él ocupasen el mismo carruaje que él mismo y la dama Naiara. A pesar de que no se trataba de personas banales, el Armiño miraba, nostálgico, los jinetes que trotaban fuera. Nunca había soportado los carruajes. Y, ciertamente, que Carolum hubiese elegido un abrigo de piel de armiño no era algo que le hiciese sentirse especialmente cómodo.

Con todo, aquel viaje que se hacía más eterno que la ciudad en que finalizaba, tocaba a su fin. Orgullosas, las murallas de la ciudad se alzaban, desafiantes, ante la comitiva castellano-lonesa. Bendiciendo su rol de heraldo, el Marqués se inclinó ante el Rey y la Embajadora.

Habréis de disculparme, mas mis obligaciones me llaman. He de anunciar a Su Majestad, ya sabéis.-se volvió hacia la pálida dama que se sentaba a su lado. -Stay here, Gwenn. You won't be safe out there.

Sin parar el carruaje, abrió la portezuela, trepando hasta el pescante, donde avisó a su gente. Al poco, apareció un mozo sobre un mulo, llevando de la rienda dos corceles. Señaló uno de ellos, una yegua baya, de nombre Veleidade, de buena alzada y peor carácter, sobre la que montó de un ágil movimiento. Sobre la grupa, recogió el tabardo que le tendía el mozo, adornado con las armas reales y, tras acomodar los cadúceos, espoleó a la yegua hasta alcanzar la cabecera. Llegaban ya a las puertas de la ciudad cuando el Armiño, tras carraspear ligeramente, hizo una seña a los dos trompeteros que, viendo su acción, se habían desplazado hasta flanquearle, y que tocaron el archiconocido parapapá castellano.

¡Su Majestad, Carolum Borja, Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Jaén, de Murcia y de Algeciras, Conde de Alba de Tormes, Señor de Molina!

La comitiva se abría paso por la ciudad eterna, y el heraldo seguía voceando. Los efectivos de la Guardia Real y otros cuerpos estaban perfectamente organizados para no dejar que un sólo curioso se acercase más de la cuenta al Rey. Y así, poco a poco, fueron acercándose a la Isla del Tíber.

¡Su Majestad, Carolum Borja, Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de...! Gwenn! What the hell are you doing here?

Se había vuelto sobre la grupa, hacia una mujer rubia que cabalgaba sin esfuerzo sobre un corcel árabe de cuerpo oscuro y crines albas. Una mujer rubia a la que había instado a no moverse del carruaje. Pero no quedaba mucho tiempo, la Isla ya estaba ante ellos, y tuvo que volver a alzar la voz al llegar.

¡Su Majestad, Carolum Borja, Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Jaén, de Murcia y de Algeciras, Conde de Alba de Tormes, Señor de Molina!

Con un rápido movimiento, descabalgó de Veleidade, acercándose a la dama. Sujetó al arabesco por las riendas con decisión. Sabía que ese caballo no se revolvería.

I told you to stay there, Gwenn. Rome is not a safe city, what if the crowd had broken the Royal Guard wall? What if you had fell from the horse?-no estaba enfadado. De hecho, Blanche era absolutamente incapaz de provocar su ira. Su voz sólo mostraba signos de preocupación.-Stay by me. Please. Even here, in the Island, I don't confide in this city safety.

Intentó ayudarla a desmontar, pero no se dejó, bajando de un único movimiento. Esperaron a que todos hubiesen descendido, antes de avanzar hacia el templo. Controló mentalmente a los conocidos, entre los que se contaban Ignius, Asdrubal, o su propio sobrino, Andreu. Debía esperar a que el Rey se presentase para saludar a sus propios conocidos. Cuestión de protocolo.
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"Un año va. Como me muera en comunión, pienso reencarnarme y quemar Roma, por inútiles."
Príncipe de Ast(inieblas)urias. Já. Ast. Y Rey de Galicia, Castilla, León y un largo etcétera, pero eso ya no tiene chiste.

[Carolum]

El traqueteo del carruaje se clavaba ya hasta el tuétano de los huesos. A pesar de la corta distancia entre Ostia y Roma, la calzada de los antiguos romanos aún permanecía, aunque llena de baches, a ratos serpenteante a ratos recta; lo que, precisamente, convertía el viaje en una tortura. El rey hubiera preferido viajar a caballo, pero no era cuestión de que las mujeres que les acompañaban tuvieran que recorrer tantas leguas montadas en sus equinos con aquellos trajes y largas faldas de la Corte.

- Me estoy agobiando metido en esta maldita caja...- se quejaba mientras se ponía otro cojín debajo para amortiguar los golpes de la calzada. - A mi me gusta sentir el aire en la cara mientras cabalgo; aquí me siento encerrado como un pájaro en una jaula.- miró a las dos señoritas, con las que había conversado sobre la política de Francia y de las regiones independientes. Ambas embajadoras, le habían puesto al día y aprovecharon el viaje para tratar asuntos diplomáticos. Pero aquello, parecía molestar especialmente al Marqués, seguramente por puro aburrimiento. - ¡Vamos Gondomar! por el amor de Dios, sonreíd un poco!.- le hizo cosquillas en la nariz con una de las colas de armiño de la capa - ya estamos llegando ¡la Ciudad Eterna!.-

Atravesaron la puerta oeste de la ciudad junto a una marabunta de gente. Roma aún seguía siendo la capital del mundo, aunque los emperadores romanos hubieran muerto hacía mucho tiempo... al fin y al cabo, era la segunda ciudad más santa de la tierra. La mayor parte de las personas agolpadas a la entrada eran peregrinos; caras cansadas y polvorientas, ropas raídas por el tiempo y la intemperie... habían alcanzado su meta y ello se notaba en las sonrisas de satisfacción de aquellas pobres gentes. La comitiva avanzaba muy lentamente entre las riadas de personas de las calles. Vendedores ambulantes alababan su mercancía a gritos, los pedigüeños hacían su agosto y los mozalbetes correteaban entre las piernas de los adultos.

Llegaron hasta el puente que cruzaba el Tíber hasta la Isla Tiberina. Incluso allí, lugar mas apartado, el trabajo era también frenético. En la orilla los pescadores sacaban con cañas, del río, hermosos peces de color plata, unos pequeños tenderetes estaban instalados a lo largo de la calzada, y en las plantas bajas de las casas, los comercios estaban abiertos, mostrando todo tipo de mercancías: tejidos, utensilios de hierro, carnicerías... Y entonces fue cuando el marqués se puso a berrear - Et de cet homme avez-vous rendues?.- preguntó el rey con malicia a la dama bretona sentada frente a él. Carolum sacó la cabeza por la ventanilla y gritó también - ¡vale vale! creo que hasta el Papa se ha enterado de mi llegada... callaos ya!, pardiez...- Cuando se detuvieron los seis corceles blancos de tiro, uno de los guardias abrió la portezuela. El rey fue el primero en bajar; deslumbrado, se cubrió rápidamente con un sombrero de seda negra. Con movimientos lentos, ayudó a bajar a la dama que lo acompañaba - ¿Os encontráis bien, mi señora?- sonrió a la señorita Naiara.
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[Rositadelapaz]

....desembarcar es una acción verbal más que agradable, tras una movida travesia por un Mare Nostrum que se asemejaba más de "otros" que "nostrum"...pusimos pie en tierra firme, lo que me hizo llegar a la conclusión que soy marinero de agua dulce.

También durante el camino a la ciudad eterna el tiempo lo tuvimos en contra con una lluvia molesta que nos caló el manto como si de una lluvia norteña se tratara...la fascinante visión de Roma ante nuestros ojos, hizo que olvidaramos "el movido vaivén" de las olas.

La lluvia había dejado a una Roma pulida y brillante como si el destino quisiera regalar a los novios de una "giornata indimenticabile"...el cielo romano se abrió al sol y las nubes fueron desapareciendo entrada la mañana.

Rosita del brazo del más apuesto galán de cuántos en ese momento hubiere en Roma (así sentía su corazón cada vez que miraba a su prometido) se dispuso a bajar del carruaje ayudada por Ilionm.

El embajador dió de forma cortés el brazo a Rosita al tiempo que saludaba con la mano a personas ilustres de la diplomacia y la curia. Ella procuraba mantenerse erguida y con disimulada mirada se fijaba en cuántas ricas telas, bronces y tapices veia a su paso.

...pensaba...que no se me olvide nada...esta noche escribiré en mi diario todo lo que mis ojos han visto.

Separándose un instante de él para saludar a Kolme de su Urgel natal a quién no veia hacia tiempo, sintió los ojos de Ilionm en su espalda y dándose la vuelta se encaminó de nuevo hacia él, permaneciendo a su lado para saludar a otros invitados.

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