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Vita Christós Ubaldo VI

 
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Ubaldo



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MessagePosté le: Sam Avr 07, 2007 2:44 pm    Sujet du message: Répondre en citant

Capítulo 6,

En estos tiempos, la sociedad estaba en crisis. Varios cultos paganos existían. También, ciertos hombres, habían olvidado los preceptos de Aristotéles y adoraban a ídolos falsos. Otros, reagrupados en una Iglesia poderosa, apelaban al pensamiento de Aristotéles pero habían desviado su mensaje o lo entendían mal. Afortunadamente, todavía existían personas que vivían justamente en la virtud tal como fue enseñada por nuestro primer profeta.

Debéis saber, mis niños, que ni la Iglesia poderosa de la que os he hablado, ni la adoración de los ídolos, respondían a la sed divina de la multitud. Así, los habitantes del país de Judea vivían en un estado de pecado permanente y desviaban cada vez más sus miradas de la trascendencia y del Dios.

Existían algunas personas que traban de reunir a los hombres de buena voluntad, pero la inmensa mayoría se repantigaban en el estupor y la fornicación. Esta vida de placer se sumaba a la preferencia de la gente por el individualismo más que por la comunión y la comunicación.
Muchas almas perdidas querían volver hacia su guía espiritual, el gran sacerdote del país, el jefe de todos los sacerdotes, pero éste les objetaba un silencio total.

Era un hombre parco en palabras, que respondía a cada pregunta, lacónicamente :

" No tengáis miedo, abrid vuestros brazos a Aristotéles. "

Cristos, después de su prueba en el desierto, volvió de nuevo a la civilización, y predicaba la buena noticia y el mensaje de Aristotéles sobre las plazas de los pueblos. Decía:

" ¡ Arrepentíos! Confesad vuestros pecados, porque al Señor no le gusta ver como el vicio invade la ciudad de los Hombres. "

Varias personas escuchaban su discurso. Dos de ellos, un artesano y su aprendiz, fueron impresionados por la rectitud de sus palabras. Se trataba de Tito… y de su servidor, Samoht.

Nos acercamos a Cristos, acompañados ahora por nuestro amigo Paulos, un campesino. Yo era el más joven, era aún un niño pero fui yo quien tomó la palabra:

" ¡ Maestro, tus palabras son tan justas, enséñanos el mensaje de Aristotéles! "

Entonces, Cristos, impresionado por mi inocencia juvenil, nos respondió :

" Entonces seguidme. Vuestras tiendas, vuestros bienes, vuestras herramientas podrán esperar a que terminéis vuestra misión. Ya que por ahora, os haré edificar, en la Iglesia, el más bello instrumento de paz. Sabed que yo os enseñaré la sabiduría de Aristotéles y el mensaje de Dios, pero vosotros deberéis aprender el altruismo y la abnegación. "

Nos pusimos todos en camino hacia de la gran basílica en la cual residía el jefe de todos los sacerdotes. El hombre dormía un sueño profundo delante de una asamblea boquiabierta que esperaba el menor movimiento de párpados o de ventanas nasales, esperando la ceremonia de su despertar.

Cristos, acompañado de sus tres camaradas, entró en la sala y declaró:

" ¿ Tú, hombre de poca fe, que esperas para ocuparte de las aspiraciones de los creyentes? ¿ Por que no respondes a sus angustias? "

Cristos se giró hacia nosotros, y dijo :

" Sabédlo: este hombre representa el vicio infiltrado en pleno corazón del templo de Dios. Es a vuestra imagen, mis amigos, que en vuestros corazones de criaturas de Dios, conocéis también el pecado.
Mirad vosotros, el que no mueve el dedo meñique, no merece ser rey.
¿ Y tú, rey de creyentes, que haces? ¿ No ves tu Iglesia que se hunde? ¿ No oyes los gritos de las almas, que, fuera de tu palacio, se desgañitan pidiéndote ayuda? "

Despertado por la voz de Cristos, el gran sacerdote, parco en palabras, pero sin pelos en la lengua, se levantó, y dijo:


"¿ Quien se creerá que es este pesado?. ¡ Pues si no te gusta, lárgate , tío! ¡que estas empezando a tocarme mis santos cojones!"

A estas palabras, Cristos se volvió hacia sus discípulos, y les dijo:

" De verdad, os digo: ¡ más vale oir esto que ser sordo! Este hombre cae en los excesos denunciados por Aristotéles, queda callado la mayoría de las veces, y cuando se despierta, es para hablar demasiado. No conoce ni la virtud de la templanza, ni el principio del medio justo. "
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