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Vita Christós Ubaldo XII

 
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Ubaldo



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MessagePosté le: Sam Avr 07, 2007 2:48 pm    Sujet du message: Répondre en citant

Capítulo 12


Cuando esta multitud se dispersó, el lugar se quedó vacio, dejando espacio a los guardias del procurador romano que controlaba la ciudad. Entonces, mis amigos, fue en ese momento que he pasado uno de los miedos mas grandes de mi vida; los soldados, vestidos de rojo sangre, irrumpieron repentinamente en el lugar procediendo de todas las direcciones.

Algunos surgieron de las paredes y otros de diferentes edificios, bloqueando todas las salidas y todas las puertas. Entonces, un tribuno descendió los escalones del palacio del gobernador, acompañado por un robusto centurión.

Al llegar al centro del lugar, el tribuno se detuvo y se inclinó hacia su centurión. Este último tomó la palabra y con su feroz voz nos dijo:

¡"Tú, Cristos, el que llaman el Mesías y el guía! Te acuso de perjudicar la ciudad. Eres un instigador de revueltas, un peligroso revolucionario, hombre de alborotos. Ahora te exijo que me sigas!"

Nosotros, sus apóstoles, nos quedamos paralizados por el miedo. Ni, percibíamos el silbido de la brisa que agitaba las capas de los romanos. Y observamos, inquietos, la reacción de Cristos. Daju estaba aterrorizado, él que había sido humillado por no haber sido elegido por Cristo para construir su iglesia.

Cristos dijo entonces al centurión: "en verdad, te digo, hombre de poca fe, yo no te seguiré, sino que serás tu quien me seguirá a mí!"

Entonces, el tribuno ordenó al centurión agarrar a Jesús, y el oficial, con una expresión feroz, se nos acercó lentamente. Yo respiraba al ritmo de sus pasos, intentando calmar mi corazón que se había alterado. Cuando estuvo frente a Cristos, el centurión lo mira a los ojos, intensamente y durante largo rato. Entonces, de repente, se quitó su casco y se arrodilló cogiendo la ropa de nuestro Mesías.

"Maestro," le suplicó, ante el asombro de su superior, "quisiera seguirte y pertenecer a esta comunidad de fieles. ¿Qué debo hacer? Sé que he pecado y que he servido un mal jefe, pero te ruego que me digas cómo conseguir el perdón! "

Entonces Cristo lo levantó y ante la mirada estupefacta de los romanos, pronunció estas palabras:
"Pecador, te lo digo, acabas de hacer la primera cosa que los fieles deberán hacer; mostrarse humilde y confesar sus pecados. Así, si tu arrepentimiento es sincero, Dios te perdonará."

Cristo se volvió hacia sus apóstoles y continuó:
"y vosotros, que las faltas cometidas por vuestros fieles serán perdonadas si vienen y las confiesan a vuestros oídos, y que estén preparados para hacer penitencia."

Entonces Cristos se acercó a la fuente, y dijo al centurión:
"por la gracia de Dios, lavaré tus pecados, envolviéndote de agua, la fuente de la vida."

Y Cristo sumergió sus manos unidas dentro de la fuente. Luego roció la figura del centurión con esta agua, susurrando estas palabras:
¡"señor, digna lavar a este hombre de sus pecados, y darle así una nueva vida entre los creyentes! En el nombre del Señor. Amen."

Entonces, Cristos nos llamó a su lado, a nosotros, sus apóstoles y, uno trás otro, nos envolvió con el agua de la fuente, haciéndonos nacer nuevamente. Nos dijo: "mis apóstoles, tanto hombres como mujeres, por la gracia de Dios, ya habéis lavado vuestros pecados. Demostrádle a Él que podéis ser dignos de este honor que Él os hace, porque el sacramento del bautismo se podrá retirar a cualquiera que traicione la esencia"

Fue uno de los días más intensos de mi vida y uno de los que nunca olvidaré, tanto se ha grabado en mi memoria. Nuestra emoción estaba en su punto álgido cuando nos dimos cuenta que los soldados habían abandonado el lugar.
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